Votar con los pies

Javier Gómez Taboada EN VIVO

OPINIÓN

PILI PROL

06 feb 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Adam Smith, economista y filósofo escocés del siglo XVIII -algo ha llovido desde entonces- veía a los propietarios como ciudadanos del mundo que, en su condición de tales, estaban dispuestos a mudarse desde un país donde soportaban un pesado gravamen a otro más benévolo; pues en el primero se les sometía a «innecesarias molestias, vejaciones y opresiones».

¿Cómo se reacciona hoy, en pleno siglo XXI, ante los cambios de residencia de los contribuyentes? Respondiendo a la gallega, diríamos que depende, aunque la opinión más ruidosa -que no necesariamente mayoritaria- es crítica: al Rubius se le acusa de insolidario, amoral y aprovechado.

No lo voy a ocultar: discrepo con esa lectura. ¡Solo faltaba que un ciudadano -que no súbdito- no tuviera todo el derecho a decidir dónde vive! Y si ese cambio de residencia lo ejecuta cumpliendo escrupulosamente todos y cada uno de sus requisitos legales, nada hay que reprocharle. ¿O es que acaso los impuestos establecidos por el Gobierno de turno no son un ingrediente cien por cien legítimo para evaluar la idoneidad de nuestro lugar de residencia?

Es más, los anglosajones -siempre mucho más pragmáticos que nosotros- tienen una muy gráfica expresión para reflejar esas del todo lícitas mudanzas fiscales: «Votar con los pies»; es decir, que si uno llega a la conclusión de que su factura fiscal excede con creces las bondades de ese territorio, hace el equipaje y busca un destino donde pueda alcanzar ese anhelado equilibrio.

Y es que, tal y como estos días ha apuntado David Trueba, «lo sabio de un país es medir el grado de incomodidad que se puede permitir aplicar sobre sus ciudadanos». Pero esa «incomodidad» no debemos identificarla solo necesariamente con nuestro coste tributario, sino también -ojo a este dato- con el tipo de relación que la Administración tributaria tiene con los contribuyentes…, punto este que ha pasado desapercibido en la polémica causada por el «exilio» del Rubius, aunque él focalizó ahí la razón de su decisión (se quejaba de ser tratado como un criminal desde que empezó a tributar).

Quizá España, en lugar de escandalizarse tanto, debería hacer una reflexión crítica: ¿hay algo -mucho, creo yo- que podamos mejorar para ser un país fiscalmente atractivo?

Es obvio que esta pregunta no puede responderse sin abordar otra cuestión no menor, que es decidir -entre todos- si queremos un país con un sector público grande (y costoso) o más pequeño (y barato); y todo ello sin perjuicio de que, además, insuflemos toda la eficiencia posible en nuestra estructura estatal, autonómica y local. #ciudadaNOsúbdito