Los osos de Cataluña

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

J. Hellín. POOL

28 ene 2021 . Actualizado a las 09:39 h.

En Cataluña también hay osos, y no todos están en los Pirineos. Hay bastantes paseando por la Rambla, en los viñedos del Priorat o a las puertas del Parlament. Y hay muchos políticos dispuestos a vender su piel antes de cazarlo y periodistas que les azuzan y les prestan su tenderete para venderla en el mercadillo. Y así, antes incluso de comenzar la campaña electoral, los tenderetes periodísticos están repletos de combinaciones para la formación de Gobierno después del día de los enamorados. El señor Illa, ya antes de marcharse, dejó dicho que él se entenderá con En Comú Podem, versión catalana de Podemos, y está dispuesto a firmar una coalición, como hicieron Sánchez e Iglesias, y gobernar en minoría. Pero, claro, para eso tiene que darse una condición previa: que Illa gane las elecciones, que por ahora solo ganó la encuesta del CIS.

Las demás versiones de la venta de la piel del oso son más entretenidas. Hay quien ve un tripartito del PSC, Esquerra y los Comunes. Hay quien ve una reedición del acuerdo entre los independentistas, agravado por la presencia de la CUP, que ahora se llevan todos a matar, pero todo tiene arreglo cuando se invoca la palabra independencia. Y luego aparecen las tesis puritanas que preguntan cómo Esquerra va a apoyar a un constitucionalista para gobernar un país que quiere ser república independiente y a la inversa. Es todo muy entretenido, los sociólogos están trabajando a destajo y quien tenga cualidades proféticas -en España, unos cuarenta millones de ciudadanos- puede poner otro tenderete al lado, que tiene clientela asegurada.

Como entretenimiento, ya digo, está bien. Como valor político, cero. Es absurdo hacer quinielas o imaginar, no digamos proponer pactos antes de que hablen las urnas, que son las que deciden. Y después de lo ocurrido entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, con quien el actual presidente jamás se acostaría porque solo de pensarlo le entraba un insomnio insoportable, no podemos fiarnos de nada ni de nadie. El señor Sánchez consiguió el Gobierno con ese engaño colectivo, pero echó todavía más por tierra la poca credibilidad que le quedaba a él mismo y al conjunto de la clase política. Cuando se puede alcanzar el poder, para muchos de sus profesionales no valen ni las palabras dadas ni los compromisos adquiridos. Quizá sea una forma de corrupción. Y un detalle más, que considero también de interés para el mapa político presente y para la previsión de futuro: con quienes nadie cuenta en este mercado de pieles es con los pobres candidatos del Partido Popular, de Ciudadanos -¡qué pena de caída!- y de Vox. En Cataluña son como figuras exóticas que conviene enseñar para demostrar pluralismo, pero son manifiestamente prescindibles. Eso le aporta un nuevo dato a la descripción de la realidad territorial de España: Cataluña es diferente. Políticamente es otro país.