¿Hace Iglesias algo en el Gobierno?

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

19 ene 2021 . Actualizado a las 20:18 h.

Iglesias, vicepresidente segundo, quiere disfrutar de las canonjías del cargo por el que tanto peleó y actuar al tiempo de enfant terrible de la política española. Tan delirante pretensión -estar en el Gobierno y ser oposición- ha hecho de Iglesias un personaje estrafalario, obsesionado con épater le bourgeois mediante la fórmula revolucionaria, más infantil que terrible, ciertamente, de no usar corbata, llevar moño y decir «joder» en televisión. Y todo con la insufrible autosuficiencia de quien cree firmemente ser un genio. Enamorado de sí mismo, Iglesias no sabe ya disimular un narcisismo que poco a poco va hartando incluso a sus más fieles seguidores.

Y es que su obsesión por llamar la atención a cualquier precio obliga al líder de Podemos a subir su apuesta cada día, aunque sea a costa de decir majaderías. La última, propia de quien nada entiende y todo lo confunde, ha consistido en calificar de exiliado a Puigdemont, pues -descubre Iglesias- la actuación por motivos políticos iguala al ex presidente de la Generalitat y a quienes salieron de España huyendo de la represión franquista.

No sabe Iglesias, cuyo cacao mental es apoteósico, que la condición de exiliado no nace de los motivos que se alegan -regla que habría convertido, por ejemplo, en exiliados en Francia a los criminales de ETA- sino del tipo de régimen (dictatorial o democrático) del país del que se huye. Por eso los refugiados del franquismo, el fascismo o el castrismo eran exiliados y Puigdemont solo un huido de la justicia de una democracia donde puede defenderse de los cargos presentados contra él con todas las garantías propias de uno de los Estados de derecho más avanzados del planeta.

Iglesias humilla al trágico exilio español al incluir en él a Puigdemont. Y, ya en faena, denigra también a los empresarios, que constituyen una de sus enfermizas obsesiones: «Son peores de lo que yo imaginaba. Ningún rico y poderoso está dispuesto a aceptar una decisión que afecte a su riqueza y poder. Es la puñetera verdad». Es decir, los empresarios son malos por definición, al margen de que creen o no riqueza y puestos de trabajo, de que contribuyan o no al crecimiento de la economía nacional y de que cumplan o no a las reglas establecidas para el desarrollo de sus actividades. Es igual que los países del mundo más avanzados cuenten con grandes empresarios y que muchos de ellos hayan hecho en el pasado y hagan hoy una aportación decisiva al desarrollo económico y social. Iglesias querría eliminarlos, como en las antiguas dictaduras comunistas o en la Venezuela actual, donde los estados garantizan… una miseria general. ¡Qué gran progresista nuestro vicepresidente!

Iglesias lo es porque lo nombró para el puesto Pedro Sánchez, responsable, por tanto, de haberle dado la tribuna desde la que barbariza cada día, mientras nadie en España sabe a ciencia cierta de qué se ocupa el vicepresidente en el Consejo de Ministros y por qué los contribuyentes le pagamos, en consecuencia, un sueldo cada mes.