Cómo se puede ser tan insensato, tan irresponsable, tan mal perdedor? Solo una personalidad inmadura y egocéntrica puede anteponer su orgullo al interés general de su país. Solo un presidente saliente como Trump puede repetir una y otra vez que ha habido fraude en el recuento de los votos para dificultar el traspaso de poder. Solo un desequilibrado puede alentar a una masa de seguidores descontentos con el resultado electoral para que asalte el edificio más representativo de la democracia de su nación. Solo un presidente como Trump, quien debiera de haber sido destituido hace tiempo, pudo provocar que, por primera vez en 200 años, el edificio del Capitolio en Washington haya sido asaltado por una horda de seguidores frustrados quienes, sospechosamente, no se encontraron con la seguridad suficiente para ser frenados a tiempo.
Pero su ocupación solo retrasó lo inevitable. Tras seis horas de tensión, las dos cámaras aprobaron, no sin las protestas de algunos senadores republicanos, la elección de Joe Biden como el nuevo presidente norteamericano.
La muerte de 4 personas, las heridas ocasionadas a otras 14 y los 52 detenidos suponen algo más que un espectáculo bochornoso y una anécdota para la historia. Está claro que los más radicales de la derecha norteamericana a la cual Trump ha sabido muy bien cómo azuzar se siente estafada y defraudada. No solo la política económica de las últimas cuatro décadas ha ido despojando a los estados del interior de su medio de vida para deslocalizarlo en países con mano de obra barata sino que la brecha con los estados más ricos de las dos costas es cada vez mayor. Una brecha que se mide en términos económicos, sociales e ideológicos. La polarización, por no decir, radicalización política es un proceso que viene gestándose desde hace mucho tiempo y va a requerir de muchos cambios para ser reconducida a la senda del debate democrático y pacífico además de que personajes tan nefastos como Trump dejen de interferir de una vez y por todas.