Baltasar blanco

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

Santi Casal

30 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde que nos atropelló el fin del mundo la textura de la realidad se ha desenfocado tanto que a veces parece que vivamos chutados de codeína. El jarabe para la tos fue una improbable distorsión química que en los prehistóricos años 2000 utilizaron grupos de hip-hop estadounidenses para componer melodías ralentizadas y oscuras que salían de músicos dopados con el mismo opiáceo con el que atajamos los carraspeos de nuestros hijos. Esa codeína parece fluir por nuestro cerebro cuando por un momento nos olvidamos de Todo Esto y al levantar la vista nos golpeamos con esas mascarillas que nos devuelven a la cruda verdad de los tiempos.

Algo parecido a un jarabe para la tos debieron consumir los autores del folleto navideño del Ayuntamiento de Madrid, guardián de las esencias tradicionalistas que felicita la Navidad como Pablo Casado exigió en sede parlamentaria en una evidencia del rorro católico con el que algunos dirigentes del PP todavía arrullan a España. La postalilla subvierte el código cultural de nuestras vidas en función del cual tres reyes magos visitaron a Jesús recién nacido en Belén, uno mayor, otro más joven y un tercero negro. Baltasar ha sido siempre tan negro que en España se optó durante décadas por generalizados blackface, antes de que entendiéramos el mensaje ofensivo que suponía embadurnar con betún caras sonrosadas o aceitunas elegidas para hacer de Bel-Sar-Utsor, el mago portador de la mirra. Baltasar venía siendo negro desde la Baja Edad Media, un mensaje de diversidad que sobrevivió siglos y dictaduras hasta que justo en este distópico diciembre del funesto 2020 desde la capital del Reino se nos propuso un trío de magos de un blanco nuclear. El ayuntamiento ha pedido perdón por el borrón pero es imposible desprenderse de la sensación de que se nos ha ido la mano con el jarabe.