¿Mensajes de odio?

Carlos G. Reigosa
carlos g. reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

21 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

En unas declaraciones hechas el pasado 9 de diciembre (y recogidas en este periódico), el presidente Sánchez responsabilizó a la oposición de que esté calando en la ciudadanía «un mensaje de odio» en el que se sugiere que el actual Gobierno pretende implantar «un régimen socialcomunista-chavista-soviético: hay gente que se asusta, pero es irreal», dijo. Algo que causó asombro, porque equivale a decir que la gente está inventando el propio motivo de su miedo sin causa ni razón. Una España rara que alimenta sus fantasmas y sus riesgos, sin aclarar la prueba de su origen o procedencia. 

La argumentación de Sánchez no tiene desperdicio, porque ni siquiera es una argumentación. Es simplemente la expresión de su enorme extrañeza ante la sospecha de que algo tan «irreal» pueda ser concebido por alguien mientras él esté al frente del Gobierno. Por consiguiente, los ciudadanos no deberían de perder el tiempo en temores absurdos sobre esos imposibles males patrios. No hay causa ni hay lugar para ello.

De este modo, el presidente se postula como el garante de que no ocurrirá nada que suponga una alteración significativa en nuestra Constitución o en la democracia que disfrutamos. Pero luego nos llegan noticias de sus pactos inverosímiles y de sus socios condicionantes, y la fe en el gran líder socialista se debilita o se quiebra. Y entonces volvemos al recelo, y echamos en falta los tiempos de Felipe González y su admirable entendimiento con sus contrincantes políticos de derechas y de izquierdas.

Pero ¿de veras no hay nada que pueda inquietarnos? No se sabe, porque cuando uno escucha a algunos radicales -comunistas, filochavistas-zapateristas o simplemente independentistas- sí que percibe el escalofrío del derrape fuera de la autopista de la armonía y el progreso.

Entonces nos dicen que no hay ninguna razón para temer tal cosa. Pero ¿de veras no hay nada de todo eso? No se sabe, porque cuando uno escucha a algunos desmanteladores independentistas o simplemente ideológicos, sí que percibe el escalofrío de un resbalón fuera de la autovía de la concordia y la superación. Porque el verdadero objetivo debería ser la unidad, la armonía y la prosperidad.