Yo aviso. Hay más de dos millones y medio de gallegos y casi un cuarto de millón de coruñeses -todos menos mil- que se están perdiendo una fiesta extraordinaria: la liga española de hockey sobre patines en su categoría de honor. Les cuento. Hay dieciséis equipos. De ellos, quince son catalanes y uno, gallego, el Deportivo Liceo. Es decir, los de allá juegan entre sí y cuando se visitan recorren apenas unas docenas de kilómetros. El Liceo, cuando juega fuera -uno de cada dos partidos-, tiene que cruzar la Península. Pues bien, el nuestro es el equipo que encabeza la clasificación y, tras trece jornadas, se mantiene imbatido. Y llama la atención una liga española de la que están ausentes madrileños, andaluces, valencianos, extremeños... En la que juegan italianos, franceses, argentinos, portugueses y, desde luego, catalanes y gallegos. Es una insólita representación de nuestra patria que a mí me fascina y me hace pensar. Y que un equipo gallego mire a los otros desde arriba, con un entrenador y un capitán coruñeses, no deja de ser un motivo de orgullo y, sobre todo, de diversión. El hockey, que se juega en los colegios de nuestra ciudad desde hace más de un siglo, tiene el futuro asegurado, porque hay quien tiene un abuelo que lo corrige.
Los jugadores son veloces, alegres y virtuosos como un pianista que toca una polonesa, pero también agresivos y guerreros como los timbales de Richard Strauss. Y verlos, bien en su campo bien por la televisión, es un espectáculo insuperable. Quedan avisados.