Tiempo e invierno

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

ALBERTO LÓPEZ

12 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Los fríos, el granizo, las nieves, esa vieja conocida que es la lluvia pertinaz y obsesiva, las heladas heladoras, las noches oscuras y la oscuridad de las noches. Ya es invierno.

Pero pronto será la fiesta de la luz que precede al solsticio de invierno y Santa Lucía ceñirá en torno a la cabeza de las adolescentes suecas una diadema luminosa con velas encendidas, mientras los jóvenes reparten lussejkatter, que son bollos de harina con azafrán, y los días comienzan a crecer al alba de la siguiente jornada «a pisada dunha galiña», en popular sentencia gallega.

Y el caminante encuentra posada y se detiene a descansar plácidamente en las lecturas de Mishima, que describe la belleza del invierno en Nieve de Primavera, o de Paul Auster, que dejó el frío y la nieve escritos en su Diario de Invierno.

Vuelvo, como cada víspera de Nadal, a releer el Cuento de Navidad de Dickens, que me devuelve a mi lejana infancia, y maldigo la avaricia del viejo Scrooge, aunque siempre termino perdonándole.

Y se me ocurre recomendar la lectura de Los Muertos incluida en el texto de Joyce Dublineses, antes de concluir los libros de urgencia de esta crónica con la antología de Anxel Fole en edición de Juan Soto, Cuentos para leer en Invierno, que yo mismo edité en Espasa.

Ya es tiempo de invierno y de repente nos vamos adentrando en Invernalia, en la capital del Norte descrita en Juego de Tronos, como introducción al invierno del año de la pandemia, que proscribe viajes y cerca la Navidad limitando los abrazos familiares.

Ya está siendo invierno en esta parte del mundo, con su carro de ciclogénesis explosivas donde antes eran galernas y temporales invernales, con su sinfonía de lluvias arremolinando chubascos traicioneros.

Ya llega el invierno prologando la Navidad, que llega tras una estrella que dibuja caminos en el cielo para guiarnos hasta el pesebre donde nacerá Jesús.

Pese a su dureza climática, siempre consideré el invierno como una estación tránsito hacia la primavera que invariablemente aparece por sorpresa en nuestras vidas. Pero hay otros inviernos en el declinar de nuestras existencias, en las estaciones termini que decreta la edad, inviernos que acortan esperanzas mientras otras crecen en los inviernos que vencieron en batallas decisivas cuando el general de las nieves, el general Invierno, que vive en las estepas rusas, derrotó a Napoleón y a Hitler paralizando sus afanes expansionistas. Desde el invierno se puede ver a lo lejos la primavera.