Sánchez dice adiós al pasado: olé

César Casal González
césar casal CORAZONADAS

OPINIÓN

Ballesteros

15 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Pedro Sánchez prefiere el libro El arte de la guerra que el clásico español, El arte de la prudencia. Le van las sentencias del chino Sun Tzu antes que Baltasar Gracián. Maquiavelo Sánchez es el que más está disfrutando de toda esta situación teatral de los presupuestos. Practicó desde el segundo uno el famoso divide y vencerás. Atrajo a Ciudadanos con el único objetivo de irritar y poner nervioso a Pablo Iglesias y aceitar y animar a ERC para que no flaqueasen a la hora de sacar adelante las cuentas públicas. Para Sánchez, ha sido el sí de los niños. Unos párvulos, Rufián y cía, al lado del callo que ya tiene el resistente Pedro. El presidente sabe que está en un escenario fraccionado y que, en este tipo de pesebre roto, cuantas más combinaciones sean posibles, mejor. La política de hoy hace tiempo que va de fotos. Buscó la imagen con Inés Arrimadas para sulfurar a parte de su consejo de ministros. Le dan igual los escrúpulos. Los presupuestos para Sánchez significan una cosa: garantizarse el poder durante toda la legislatura. Tres años más en la Moncloa. E ir a elecciones con muchas posibilidades de renovar una minoría victoriosa. Lo demás le afecta nada. Dice el presidente de Castilla-La Mancha que «Podemos no puede marcar la agenda del Gobierno». Y el único que le escucha es Pablo Iglesias. Y lo escucha para disfrutar con lo mucho que cree que manda, para satisfacer su ego inmenso, oceánico. Porque a Sánchez hace tiempo que las sirenas socialistas le importan un bledo. El PSOE es Sánchez o Sánchez. Ya está dicho. Él tiene una hoja de ruta: que es la suya. Para llevar a cabo esta alianza con el eje del mal que suponen los cinco diputados de Bildu encima vive en el instante adecuado, en la tormenta perfecta de la pandemia, que es lo relevante, para que todo lo demás parezca, con el paso y el peso de los días y las semanas, ruido político. Cuando, por desgracia, hay que contar muertos por covid, ni siquiera conmueven con la misma contundencia los muertos del pasado de ETA, de los que viene Bildu. A Sánchez no le preocupa ni García Page. No sé si sabrá muy bien a estar alturas quién es el tal García de Castilla-La Mancha. Ni Feijoo y sus emocionantes palabras del otro día, en las que intentó subrayar desde Galicia que ver a los aberzales en la política nacional le producía «escalofríos democráticos». El poder no es para poetas. Ni para débiles. Ni para neutros. Sánchez está ahí porque, como dijo Pérez Reverte, es un tipo capaz de llevarse lo que haga falta por delante, un personaje para una novela. Y la demostración de que Sánchez cree que el pasado no mueve molino es que encima sale en público y zanja este guiñol que servirá para su objetivo de tener tres años por delante con una frase para la historia, para su historia política: «Con estos presupuestos, España dice adiós al pasado». Solo necesita que aparezca Mayor Oreja poniendo el grito en las tumbas para que le salga bien esta idea de vender que él es presente y futuro en Moncloa y que los demás se empeñan en seguir en el neolítico de las viejas afrentas y heridas.