Derrotar al coronavirus

Francisco Martelo LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

Xinhua vía Europa Press

06 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

La inmunología es, con motivo de la actual pandemia, la disciplina más cortejada del momento. A mí, ajeno a la especialidad, me parece inexcusable ensalzar el esfuerzo de sus profesionales y glosar una de sus importantes aportaciones al pensamiento médico en las últimas décadas, los anticuerpos monoclonales. Un anticuerpo lo forman proteínas, fabricadas en las células plasmáticas. Estas, a su vez, son el resultado de la transformación que sufre un tipo de glóbulos blancos, los linfocitos B, para poder fabricar la munición que necesita el ejército formado por el sistema inmunitario, cuando identifican la presencia de agresores como bacterias, virus o células anormales. En esa situación de emergencia, la infantería corporal se convierte en una tropa especializada lanzamisiles que dispara anticuerpos para destruir al enemigo.

En estos tiempos de pandemia es enriquecedor recordar a César Milstein, un inmunólogo, hijo de un judío ruso, de los muchos que emigraron a la Argentina a principios del siglo XX. César se había visto forzado a regresar a Inglaterra, donde se había formado, tras el golpe de estado que derribó al presidente Frondizi en 1962. De sus investigaciones en Cambridge al lado del alemán George Köhler, publicadas en la revista Nature en 1975, surgió algo que la ciencia buscaba desde hacía tiempo: fabricar líneas de anticuerpos puros capaces de reconocer y oponerse a una parte específica de un agresor (antígeno) y vencerlo. Los denominaron anticuerpos monoclonales porque pertenecen a un solo clon; es decir, son idénticos, ya que, proceden de un solo tipo de célula madre. Ambos investigadores lograron el premio Nobel en el año 1984. A partir de ahí, aparecieron importantísimas técnicas de diagnóstico para el laboratorio y para la anatomía patológica y surgieron nuevos tratamientos para enfermedades inflamatorias, como la artritis reumatoide, las enfermedades intestinales y un sinfín de tumores.

Una de las últimas y apasionantes investigaciones de la inmunología está de actualidad porque corresponde a los ensayos clínicos para estudiar la utilización de anticuerpos monoclonales contra el SARS-CoV-2, responsable de la actual pandemia. En algunos de los pacientes infectados por el covid-19 se establece una extensa inflamación corporal que puede acabar con su vida. Estalla una batalla, con fuego real, en la que se requieren, como misiles, anticuerpos específicos contra el virus. Desgraciadamente, nuestro organismo no es capaz de producir todos los que se necesitan, y lo que es más grave: no sabemos si las vacunas que están por llegar serán capaces de hacerlo. Solo dosis tempranas y muy altas de los misiles en forma de anticuerpo monoclonal, fabricados en la industria farmacéutica, parecen acreditar la solución del problema. A Donald Trump ese tratamiento aparenta haberlo rescatado de las garras de la enfermedad. El problema está en que, como decía días atrás en este diario la catedrática de inmunología de la Universidad de Vigo, África González, «el coste es alto», y añado yo que sin duda el presupuesto no alcanzará para tratarnos a todos. Procurar no enfermar cuesta menos, aunque para muchos de nosotros adaptarse a las normas parece tener un precio demasiado elevado.