El 12 de octubre más aciago

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

Kiko Huesca

13 oct 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Sin necesidad de acudir a la célebre frase atribuida al canciller alemán Otto von Bismarck, según la cual España es el país más fuerte del mundo porque lleva siglos queriendo destruirse a sí misma y todavía no lo ha conseguido, sí podemos afirmar que nos vamos acercando a la consecución de ese objetivo suicida. La nación vivió ayer el que probablemente sea su Día de la Fiesta Nacional más aciago desde que hace 43 años recuperara felizmente la democracia. Y no por el hecho de atravesar una terrible pandemia que se ha llevado por delante la vida de más de 50.000 compatriotas, algo que debería haber operado más bien como factor de unión y solidaridad frente a unas circunstancias dramáticas cuyo origen no tiene que ver con la política, sino porque la efeméride se celebra en medio de un ataque frontal a la esencia de cualquier nación democrática y las reglas más básicas de un Estado de derecho.

España conmemoró ayer su 12 de octubre siendo el país con peores datos sanitarios y económicos de Europa y en un clima de división, confusión administrativa, caos sanitario y confrontación política que hacen que empiece a hablarse de ella, exageradamente, como un «Estado fallido». Pero más allá de la pandemia, esa sensación se debe a que el país está inmerso en una ola autodestructiva en la que desde su propio Gobierno se ataca a todas las instituciones y poderes del Estado. Baste señalar que la nación está gobernada por un partido como Unidas Podemos, que fustiga cada día desde el poder a la Justicia, a la que tacha de ilegítima por investigar a sus dirigentes o simplemente por defender el orden constitucional con sus sentencias, mientras desde el Ejecutivo se alienta el enfrentamiento con el Consejo General del Poder Judicial. El vicepresidente del Gobierno menosprecia también el poder legislativo y la voluntad popular, advirtiendo a la oposición de que «nunca» volverá a gobernar, y ensalza sin embargo como un «ejemplo para la historia de la liberación de los pueblos y la justicia social» a Ernesto Che Guevara, el mismo que reconoció en una carta a su padre que le gustaba matar y que presumía en 1964 ante la ONU de que en Cuba «hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando».

Desde el Ejecutivo se insulta y se menosprecia a diario a la jefatura del Estado y se convierte en sospechosas a unas fuerzas armadas que ayer recibían su homenaje, mientras se normaliza políticamente a los herederos de ETA. Aquellos partidos que más denodadamente trabajan por destruir la unidad de España y por desprestigiar internacionalmente su democracia son hoy los principales socios del Gobierno. Y desde una formación que gobierna el país se reprueba el propio modelo político surgido de la Constitución de 1978 y se cuestiona que España sea una verdadera democracia.

Es cierto que no se es más español por agitar una bandera ni más demócrata por celebrar con entusiasmo el día de la fiesta nacional. Pero también que España es el único país del mundo gobernado por aquellos que pretenden que sus ciudadanos pidan perdón cada día por el hecho de serlo.