Miradas y mascarillas

José Luis Fernández Trisac FIRMA INVITADA

OPINIÓN

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01 sep 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Escribo estas líneas el día del alta a domicilio de uno de nuestros pequeños héroes, nacido mucho antes de tiempo. Todo empieza en pleno estado de alerta de la pandemia del ahora tan familiar coronavirus SARS-CoV2, y en pleno confinamiento. Siempre que es posible, los neonatólogos realizamos una entrevista prenatal a aquellas parejas con gestaciones de riesgo y potencialmente subsidiarias de un parto extremadamente prematuro. Los que vivimos la medicina como un arte, además de cómo una ciencia, sabemos la importancia de la vertiente humana del médico, la proximidad, la comunicación, el lenguaje no verbal, el contacto en la relación con nuestros pacientes. Y de pronto, nos enfrentamos a la situación de comunicar y dar confianza a esas personas con distancia de seguridad, cubriendo gran parte de nuestro rostro con mascarillas y viendo de esos futuros padres tan solo sus ojos.

Y el 12 de mayo de este año, vi por primera vez la mirada de la futura mamá de «C» (esta es la inicial de su nombre real), lo que aprecié en sus ojos fue temor ante lo imprevisto, necesidad de ayuda y abatimiento. Circunstancias difíciles para todos, pero que nos han llevado a potenciar la herramienta de la mirada, que desde hace meses es la verdadera protagonista del lenguaje no verbal. Al final de la entrevista prenatal su mirada transmitía agradecimiento.

Diez días después, de madrugada, nacía «C» antes de cumplir las 26 semanas de gestación y con 790 gramos de peso. Los primeros días fueron difíciles, seguimos hablando y mirándonos a los ojos, las semanas han ido pasando, y «C» fue superando todas las complicaciones que han ido surgiendo durante sus casi 100 días de ingreso. Día a día la mirada de esa madre fue cambiando, he visto en sus ojos confianza en nuestro trabajo, esperanza, miedo ante las nuevas complicaciones y poco a poco he visto todo lo que podíamos decirnos con la mirada. Tiempos difíciles y muchos momentos en los que esa madre necesitaba que la cogiésemos de la mano, sentir nuestra cercanía y acompañamiento. Hemos tenido que desarrollar mecanismos compensadores con la mirada. Espero que ella haya visto en mis ojos, y en los de mis compañeros, cercanía, dedicación y honestidad. Pero esta mañana, al cruzar nuestras miradas, creo que los dos hemos sentido alegría, llega el día de que «C» se vaya a su casa, con su hermana mayor y sus padres. Es tiempo de que todos nos miremos a los ojos, es probable (y necesario) que convivamos con las mascarillas durante bastante tiempo todavía. Afortunadamente tenemos la mirada. Nunca olvidare el brillo y la alegría de esos bonitos ojos castaños de la mamá de «C», ni la de tantos y tantos padres que pasan esta época por la unidad neonatal. Por favor, pongamos las mascarillas y mirémonos a los ojos.