«Memento mori»

Luis Grandal
Luis Grandal AL DÍA

OPINIÓN

Mariscal | Efe

18 ago 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Estamos en el cruce de una pandemia mundial. Esto es un hecho. Hay millones de contagiados y es probable que alcance a millones de muertos. El desconcierto es absolutamente impredecible. Cada país toma sus precauciones. Pero la verdad es que nadie acierta, hasta ahora, con una fórmula perfecta. Un virus es capaz de alterar el orden mundial. Nos creíamos invulnerables. La ciencia, creemos, nos da la solución. Pero la realidad nos ha puesto en nuestro sitio. La naturaleza está ganando, querámoslo o no. Dice el aserto: «Dios perdona siempre, el hombre algunas veces, la naturaleza nunca». ¡Cuándo lo entenderemos!

Como seres vivos somos perfectamente vulnerables. Y esto es así desde nuestro principio. Deberíamos saberlo, pero lo obviamos. Memento mori, decían los clásicos: «Recuerda que morirás». En Galicia, afortunadamente, hay un cierto culto a los muertos. ¡Ojalá que siga así! A mí me encanta el silencio de los cementerios gallegos. Siempre que puedo acudo a ellos para visitar a mis padres y a otros familiares.

Hoy, el mundo occidental camina por otros derroteros. Hay una corriente que quiere imponerse para intentar hacernos creer que la muerte no existe. Se intenta ocultar. Craso error. Al final, lo único que conocemos científicamente son las momias de algunos faraones. No tenemos rastro de los emperadores romanos ni de muchos insignes gobernantes y reyes de la antigüedad medieval. La Edad de la Razón aún no ha llegado a su cénit. Ahora resulta que sabemos más del homínido de hace 400.000 años que del ser humano de hace 1.500 años. ¡Venga ya!

La palabra ciencia ha perdido el significado que ha tenido durante siglos. Ciencia era todo conocimiento razonado. Pero ahora ciencia significa el estudio de la materia. Le hemos dado una patada a la filosofía, a la historia, a la teología, a la literatura o al arte. Solo admitimos la comprobación con el experimento. Y el experimento es solo sobre la materia, con un formalismo matemático sobre gravedad, electromagnetismo, núcleo duro y núcleo blando. La razón, la ciencia, omite la abstracción. La ciencia no puede razonar sobre el amor de una madre a su hijo, ni sobre la poesía, ni sobre la belleza de una puesta de sol o sobre una ópera de Mozart. No hay ningún científico serio, físico o químico, que diga que puede valorar las ideas. Ahora bien, tenemos conocimiento porque nos lo han transmitido otros a través de su talento y a través de la historia y por eso lo adquiero (el conocimiento) en contra de mi experiencia y en cosas que no entiendo. No entiendo la mecánica cuántica, pero se admite científicamente. No me queda más opción que admitirlo. Yo tengo fe por la misma razón que Quintiliano nos presentaba las preguntas en sus Instituciones Oratorias para descubrir la verdad en los juicios. En cualquier caso, queda fuera del laboratorio de la ciencia cuál es mi relación con la trascendencia y cuál es mi destino eterno.