Agosteña

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

DANIEL MARCOS | Europa Press

08 ago 2020 . Actualizado a las 10:30 h.

Es verano y es agosto, un cálido y extraño verano, entre brotes y rebrotes, miedos racionales y pánicos irracionales, idas y venidas, y el virus que anda suelto por barrios, bares y reuniones de abrazos y bienvenidas. Vino para permanecer o quedarse según los agoreros, segó vidas de mil en mil cebándose en quienes eran, somos, vulnerables y ya contamos la edad por más de seis décadas, se hizo pandillero y se alió a la alegre muchachada que siempre se consideró ajena a pandemias y otros virus, pero ya llegó agosto.

Y de las olas de la mar pasamos a la segunda ola del perverso covid, y paseamos junto a ella por malecones y caminos del rural en este verano sin verbenas y santos patrones de los pueblos pospuestos hasta nuevo aviso.

Y agosto sin enterarse, indolente como todos los años, él a lo suyo, conectando el sol para que se explaye por playas y arenales, dejando en el cielo las lágrimas de san Lorenzo, las juguetonas estrellas fugaces que cruzan los cielos para morir en la mar, las perseidas de agosto, de este agosto que la naturaleza no sabe de confinamientos.

Agosteña con la mitad de la canícula a punto de decretar el ferragosto culminante de las calores, cuando en esta parte del mundo se ha instalado un bello verano como un título de Cesare Pavese, que nos hizo soñar con tardes soleadas y con noches en la que la brisa perezosa se había dejado invitar.

Sostengo desde siempre que agosto es el mes mas corto del año, que sus treinta y un días son solo un suspiro anhelado a lo largo de los once meses que lo acompañan en los almanaques. Es un mes de vagar, una perpetua romería por estos pagos gallegos, y sin duda cuando mejor se disfruta de un gin-tonic y una conversación en una terraza y en una plaza junto al mar.

Pero este agosto del año veinte tiene mas silencios que bullicios, los paseantes caminan, caminamos embozados, aprendiendo a mirarnos a los ojos para reconocernos, mientras evitamos el abrazo y compartimos la memoria de otros días, de otros tiempos cuando agosto era agosto y no se agostaba en agosteñas que limitaban nuestra libertad. Pero es verano y es agosto.