Instalados en el caos

Francisco Javier Pérez Bello LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

Iñaki Berasaluce | Europa Press

07 ago 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde que se decretó la alarma y el confinamiento obligatorio venimos asistiendo a la inoperancia, impotencia e incompetencia del Gobierno y un Estado autonómico insolidario y desleal, en algunos casos, que hace aguas. Los políticos no están a la altura de la magnitud del problema y, como de costumbre, tratan de salvarse cada quien a sí mismo, dictando un sinfín de normas que tratan de desviar culpas y responsabilidades en la ciudadanía, siendo así que la población ni ha creado el virus ni ha dictado las normas.

El virus que nos han enviado (no creo que de manera casual) ha sido el medio para acabar con la libertad. Las grandes corporaciones tecnológicas americanas y chinas, seguramente saben algo de ello. El miedo a perder la vida (muchos la han perdido de verdad, por desgracia) ha hecho el resto. Pero el objetivo último es la libertad. Ante la amenaza de perder la vida, cedemos nuestra libertad. Simple. Lo que está en juego es el control absoluto de la población a todos los niveles.

A menor escala, somos víctimas de un Estado fallido cuyos dirigentes se afanan en dictar normas prohibitivas, coercitivas y limitadoras de la libertad de la población, a lo que añaden un sinfín de ocurrencias (como, por ejemplo, confinar a la población sana, algo nunca antes visto, o la deficiente gestión de las mascarillas, ahora las cartillas, etcétera, yendo mucho más allá de los criterios que marca la OMS). Somos líderes en dos cosas: en normas para combatir el virus y en muertos a causa del virus.

Y mucho me temo que, si aplicamos de nuevo las mismas medidas, obtendremos similares resultados. Por no mencionar la economía, que no aguantaría un segundo confinamiento.

En este contexto, los autónomos están abocados a la pérdida de, como mínimo, el 10 % de sus afiliados (algunos pronostican hasta un 30 %), con sectores enteros completamente devastados, especialmente todo lo relacionado con el sector del turismo y la hostelería, pero también el comercio, la construcción, la logística, el textil, etcétera.

Vivimos instalados en un caos absoluto. El coste real de esta crisis será asumido por los más pobres y los más débiles, las personas con menos acceso a la sanidad, las que vivan en áreas más propensas a enfermedades, los autónomos, que sufrirán la precarización de sus trabajos, los inmigrantes, los refugiados, los indocumentados y los ex presidiarios se enfrentarán a otro obstáculo para hacerse un hueco en la sociedad.

Hemos descubierto que nuestra sanidad no era gratis ni la mejor del mundo, aunque contamos con maravillosos profesionales; que no hemos funcionado como país, que el confinamiento no ha servido para evitar ser el país con mayor mortandad en proporción a la población y, sin embargo, ha provocado una crisis económica como no habíamos conocido.

En la era de las tecnologías punteras, infraestructuras faraónicas, inversiones millonarias… un minúsculo virus ha puesto todo patas arriba y lo que antes parecían certezas ahora son dudas. Bueno será aprender que la inversión en ciencia, tecnología, investigación, educación, sanidad, son básicos. Nada de eso será posible si vivimos instalados en el caos. Convendría poner un poco de orden y sentido común.