Cardenaladas

Javier Cudeiro Mazaira LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

ARZOBISPADO DE VALENCIA

23 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Dentro de nuestro acervo cultural y cuando nos queremos referir a una barbaridad enorme decimos: esto es una animalada. Lo decimos nosotros, seres supremos de la creación que tenemos más bien poco cariño por el planeta que nos acoge. En esta onda, también nos referimos a una acción esperpéntica, desafortunada y bruta como una burrada, vamos, lo que hace el burro. Expresión, a mi juicio, desafortunada, porque el honesto animal que la protagoniza no la merece, es simpático e incluso ha inspirado a los poetas. ¡Somos así! Y así siendo, ¿cómo calificaríamos las acciones desafortunadas de un cardenal? Cardenaladas, supongo. Esto deberá incluir, sobre todo, las acciones que tengan repercusión social.

Entonces, las cafradas de un cardenal, miembro purpurado y eximio de la Iglesia, podemos llamarlas cardenaladas. Para que me entiendan, claro y conciso, tomemos el reciente ejemplo del cardenal Cañizares. Este hombre, por su posición eclesiástica, y sobre todo por su ejemplo, mucho más cerca de Dios que usted y yo, ¡adónde vamos a parar!, nos ha dejado en el pasado, y también hace unos días, perlas de pura lujuria intelectual y, por supuesto, casi dogma religioso. Veamos algún ejemplo: año 2007, está vigente la LOE . El inefable Cañizares dice: «la LOE es el mal». Más o menos, la asignatura educación para la ciudadanía es el mismo Belcebú con cara de ministra. Otra más: año 2015, «la ideología de género es incompatible con la ecología». Es decir, con las relaciones de los seres vivos entre sí y con el medio en el que viven. ¿Será el demonio otra vez? Lo que sí es cierto, es que una auténtica anomalía ecológica es el celibato, propio, únicamente, del género humano y de los animales débiles, feúchos y sin gancho hormonal, como por ejemplo en Galicia lo que conocemos como o marrau cascalleiro, el más pequeño de los cerditos de una camada que se queda sin teta materna, y vive como puede. Si sale adelante, será rabudo (en sentido gallego, no demoníaco), peleón y mal encarado.

Pero ya nos hemos ido demasiado por otros cerros cardenalicios. Volvamos a la última, fantástica y sonrojante cardenalada del arzobispo de Valencia (¡ahí es nada!), Antonio Cañizares: «El diablo existe en plena pandemia, intentando llevar a cabo investigaciones para vacunas y para curaciones. Nos encontramos con la dolorosísima noticia de que una de las vacunas se fabrica a base de células de fetos abortados». Otra vez Belcebú, pero bien provisto de equipación EPI y bata blanca para ocultar el rabo, se dedica a darle caña al motor del coronavirus. Y nada menos con la idea de obtener fetos, suponemos que de abortos indignos, para fabricar la vacuna que nos traerá al anticristo, y de paso curará a la población, por esto de tener alguien sobre quien reinar.

Pero por favor ¡qué majadería es esta! Y la dice un purpurado. ¿No hay nadie en la Santa Madre Iglesia que sujete a los lenguaraces y trate la demencia? Solo de la mala fe o de la estulticia más profunda pueden venir ideas tan absurdas. No, monseñor Cañizares, una vacuna no se hace así, pero unos pocos marraus cascalleiros pueden destrozar una piara.