Pandemias, covid y dolor de corazón

José J. Cuenca Castillo LUCHA CONTRA EL CORONAVIRUS

OPINIÓN

Pilar Canicoba

27 may 2020 . Actualizado a las 09:19 h.

Ninguno de nosotros había vivido algo así, no estábamos preparados para algo así, y mucho menos nuestro sistema sanitario. Su fortaleza, la costumbre de una «nueva epidemia de gripe» cada invierno, pero que todos los años lleva al límite nuestros centros de salud y hospitales, y la experiencia de la pandemia de gripe A del 2009, con unos 15.000 contagiados y 300 muertos en España, contribuyeron al «ya veremos cómo evoluciona».

Y no, no estábamos preparados para algo así, ni desde el punto de vista técnico, al tratarse de una enfermedad desconocida, ni desde el punto de vista ético, por las diversas decisiones en el entorno de la muerte de seres humanos que se debían tomar, ni en la capacidad humana de absorber tanta incertidumbre y desgracia. Este coronavirus, sin él saberlo, nos provocó desde el primer momento mucho dolor de corazón.

Pero este desconocimiento al que aludo no era universal. Pedro Arias, epidemiólogo del mismo Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias que dirige en la actualidad Fernando Simón, publicó en julio del 2009 (nº4 Revista Española de Salud Pública) un trabajo titulado La ética durante las crisis sanitarias: a propósito de la pandemia por el virus H1N1. Predice con fuerza numerosos debates de marzo del 2020:

-«El mundo ha estado preparándose para una pandemia de gripe con las siguientes asunciones: sería causada por un virus más virulento, empezaría en el sudeste asiático, se produciría durante las estaciones de otoño e invierno, solapándose con la temporada de gripe estacional, habría riesgo de resistencia a los tratamientos antivirales».

-«Existen algunas situaciones/conflictos, en los que es necesaria una mirada desde la ética: el conflicto entre los derechos individuales y la salud colectiva, la necesidad de priorizar qué pacientes reciben tratamientos especializados limitados en su disponibilidad (por ejemplo, camas en unidades de cuidados intensivos o respiradores), los recursos dedicados a la pandemia serán detraídos de los que se utilizarían para otras enfermedades, la información epidemiológica detallada puede ser usada con fines perversos (recomendar no viajar a determinadas zonas, con el consiguiente impacto económico)».

Y no, sigo pensando que no estábamos preparados para algo así, aunque ahora sé que algunos, desde hace tiempo, sí sabían cómo prepararnos.

Este coronavirus mata por afectación directa del corazón, pero hemos descubierto sorprendidos su mortalidad cardiológica indirecta. Con la urgente campaña de aislamiento social para aplanar la curva de contagios, enviamos a la población mensajes contundentes: «Intenten evitar acudir a urgencias salvo síntomas graves. Es clave en un paciente de riesgo cardiovascular reducir la exposición social o a contactos de riesgo. Por tanto, salvo causa de fuerza mayor #Que?dateEnCasa». Pero no parece fácil objetivar que son «síntomas graves» y pronto nos alertó una reducción del 60 % en los infartos agudos de miocardio o ictus tratados durante la pandemia. Aparecieron mortalidad y complicaciones por miedo al contagio. «La planificación y formación en la respuesta a una pandemia -subrayaba Pedro Arias- debe realizarse en tiempos de paz, contribuirá a evitar que durante la fase de respuesta se puedan producir daños a determinados grupos de la población, pérdida de confianza o descoordinación».

Esta pandemia de coronavirus nos ha provocado mucho dolor de corazón; no, no estábamos preparados, pero será la última vez.