Poloflautas, balconazis y progres

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

Jesús Hellín - Europa Press

17 may 2020 . Actualizado a las 11:56 h.

No tenemos remedio. Somos de odiar. De facciones. Los unos contra los otros. Creemos que la mejor manera de distinguirnos es cuando ponemos a parir a los demás, a los que no son como nosotros. Este es un país que tiene una tolerancia entre cero o menos cero. La filosofía más importante que se consolidó y creció en España desde las manifestaciones en la plaza del Sol, desde el 15M, fue el cuñadismo. Hoy absoluto líder en el pensamiento nacional. Por los dos lados. Todo el mundo es seleccionador nacional, experto en salud pública y ahora chef con chaquetilla. Pero el confinamiento ha potenciado categorías y ha dejado todavía más claras esas trincheras del odio. El confinamiento por ejemplo nos ha traído una figura poderosa que ya estaba arraigada en nuestro ADN. Además de entrenadores, todos somos policías. Con el confinamiento y el uso del móvil como una cámara que es continuidad de la mano han venido para quedarse los denunciadores de los llamados balconazis. Aquellos que, al abrigo de su casa, denuncian y graban lo que creen que se escapa a la norma. Muchos españoles llevan un Robocop dentro y no lo sabían. O lo sabían y fue el arresto lo que les hizo venirse arriba. A veces aciertan cuando graban al bárbaro autor de una paliza que ayuda a los auténticos policías a detener al salvaje. Pero otras se equivocan cuando suponían cazar a madres que salían con sus hijos que sufren autismo. No hay medida en los balconazis. La evidencia de los dos bandos que tan difícil hará que nos recuperemos y nos reconciliemos se ha multiplicado con las manifestaciones del barrio de Salamanca, el envés de las de Sol. Los progres, que como sabemos son los únicos cultos que están en el lado correcto y en posesión de la verdad única, bautizaron a los pijos que protestaban como los poloflautas. Humor, menos mal, nunca faltó en este país. Por la derecha, los poloflautas con sus banderas. Por la izquierda, los progres de toda la vida, con su posesión y dominio de la bondad absoluta. Ni unos son tan fachas. Ni los otros son tan virtuosos. Menos mal que la transición existió en España y nos dio las mejores décadas de nuestra historia gracias a ese enorme caladero de centro del sentido común. Algo que conviene avivar como sea metidos como estamos en un lío mayúsculo. Necesitamos menos el veneno del odio. Hay que resucitar la empatía. De momento, somos un monólogo. Nadie dialoga. Nadie escucha al de enfrente, solo lo desprecia. Mal vamos. De zancadilla en zancadilla, hasta el paro final.