Epitafio

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

09 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

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La lista no se detiene, así hasta treinta mil personas, treinta mil hombres y mujeres, treinta mil ciudadanos, sin poder parar la sangría que el ángel exterminador siembra de cadáveres los camposantos de España. La mayoría de los fallecidos por el coronavirus tienen mas de setenta años. Es el puñal que no cesa, que no deja de clavarse en el corazón de una generación que sostuvo los pilares, la viga maestra, sobre la que se reconstruyó la España de posguerra.

Son ciudadanos normales, gentes del común, de quienes no importa el apellido. El virus asesino los convirtió prácticamente en anónimos, evitando que sus seres mas queridos pudieran despedirlos y acompañarlos piadosamente al cementerio. Son nuestros muertos, nuestros vecinos, nuestros compatriotas. Un profundo dolor colectivo recorre España, evitando que llegue el olvido y sean solo memoria.

Del sentimiento de inmortalidad de una sociedad alegre y confiada, cuando todo parecía recuperarse de la gran crisis del 2008, nos encontramos de forma repentina con el aire que trae la muerte; y el memento mori, el sabernos mortales, se ha convertido en mucho más que una frase retórica. Ya somos otro país.

España esta de luto, es un luto plural que a todos nos afecta, un duelo inevitable que debemos compartir con aquellos que han perdido a un padre, a una madre, a un hermano, al abuelo, al amigo recordado. Y el escalofrío vertebra el cuerpo de un país incapaz de despertar de este mal sueño.

Por eso este artículo es mi personal epitafio escrito con dolor sobre la lápida de España, a modo de homenaje a todos nuestros muertos. Y hago sonar un réquiem de Mozart, de Verdi, de Dvorak o de Brams, para que se escuche en todas las aldeas y pueblos, en todas las ciudades de España, recordando y honrando a nuestros muertos. Este es mi epitafio.