No menospreciemos a las bacterias

César de la Fuente Núñez LUCHA CONTRA EL CORONAVIRUS

OPINIÓN

María Pedreda

25 abr 2020 . Actualizado a las 10:32 h.

En un mundo azotado por multitud de microbios invisibles, los gobiernos y los ciudadanos procuran, en el momento actual, por todos los medios contener la furia del coronavirus SARS-CoV-2 para que la pandemia, iniciada hace menos de seis meses, no trunque más vidas. Este virus, simple en apariencia, ha cambiado radicalmente la manera de relacionarnos, el ámbito laboral e incluso nuestro modo de percibir el mundo.

Inevitablemente, como fotogramas de una pesadilla en blanco y negro, vuelven a nuestra memoria los datos de la pandemia provocada por el virus de la gripe que, en 1918, diezmó la población mundial matando a 50 millones de personas. Se calcula que el 95 % de esas muertes finalmente no se debieron al virus en sí, sino a neumonías causadas por bacterias. Un dato absolutamente revelador que pone de manifiesto la capacidad demoledora y letal de las bacterias cuando actúan de manera conjunta con los virus.

En 1918 no había antibióticos. El descubrimiento del primer antibiótico (penicilina) se demoró hasta 1928 (diez años después de la gripe), y finalmente permitió a las personas liberarse del terror impuesto por las bacterias patógenas. Los antibióticos fueron los primeros medicamentos capaces de evitar el camino hacia una muerte segura provocada por infecciones bacterianas. Sin ellos, intervenciones quirúrgicas simples, como una apendicitis, o de alto riesgo, como los trasplantes de órganos, y muchos de los métodos habituales en la práctica médica no serían posibles. No obstante, los antibióticos a veces no pueden controlar determinadas infecciones, ya que las bacterias evolucionan y se modifican, pudiendo hacerse resistentes a los antibióticos. Alexander Fleming, ya en 1945, en su discurso de aceptación del Premio Nobel avisó del peligro de la resistencia a los antibióticos.

Poco más de cien años después nos encontramos ante un nuevo virus, el coronavirus SARS-CoV-2, con una capacidad letal diez veces mayor que el virus de la gripe convencional. Mientras científicos de todo el mundo se centran en encontrar medicamentos de acción directa antiviral, y vacunas que prevengan infecciones futuras, no hay que olvidar que las bacterias pueden, nuevamente, cumplir un rol secundario en la pandemia actual. Y es que el virus se encarga de debilitar nuestras defensas y, como consecuencia, proporciona un terreno fértil y propicio para que las bacterias puedan colonizar nuestro cuerpo. Un nuevo estudio realizado en Wuhan, China, revela que uno de cada siete pacientes hospitalizados con covid-19 adquiere una infección secundaria (muchas de las cuales son causadas por bacterias resistentes a antibióticos), y el 50 % de estos pacientes mueren como consecuencia de estas infecciones. La historia parece similar a la de la gripe de 1918.

Por suerte, no estamos en 1918, y en estos 102 años la humanidad ha incrementado su conocimiento de manera exponencial. El desarrollo de antibióticos y vacunas, la canalización de aguas, los sistemas de potabilización, el incremento de la higiene y una mejor comprensión de las enfermedades infecciosas y de su transmisión proporcionan las herramientas básicas para afrontar esta nueva guerra biológica.

Es fundamental continuar innovando. En las últimas décadas no se han desarrollado nuevos tipos de antibióticos y cada vez hay más bacterias resistentes a los antibióticos disponibles en las farmacias y hospitales. Sin innovación en este campo, en menos de 30 años morirán 10 millones de personas cada año como consecuencia de bacterias intratables.

Mientras escribo estas líneas pienso en todos los científicos que en este momento están trabajando día y noche para lograr un tratamiento eficaz o una vacuna contra la enfermedad causada por el virus SARS-CoV-2, en los profesionales médicos que luchan incansables por salvar la vida de los afectados, en las empresas que fabrican los kits de protección, en las compañías de transporte que acercan lo necesario para proteger a los más vulnerables, y en todas las personas que se han unido para combatir al enemigo común. Pienso en las innovaciones y descubrimientos que llegarán en los próximos meses y años. Pienso en que, de alguna manera, saldremos fortalecidos y mejor preparados para afrontar futuras pandemias y crisis de salud global.

En este escenario de ciencia ficción, en el que el mundo es una marioneta dirigida por un microbio invisible, es crucial no menospreciar el papel de las bacterias como actrices secundarias que pueden hacer que la película acabe mucho peor.