Cuando los niños dejan de ser

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

08 mar 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Somos nuestros recuerdos. La proximidad del primer beso. A veces, la lectura; otras, ver una película o, en ocasiones, es el capítulo de una serie el que nos sacude. Es lo que se conoce como el efecto de la magdalena de Proust. Marcel Proust escribió tomos y tomos de En busca del tiempo perdido porque tomó una magdalena que le recordó el paraíso de la infancia, y, de ahí, los paraísos y los infiernos de una vida. Los placeres y los tormentos. El tormento de los celos, por ejemplo, que es siempre toda una tormenta. No sabes cuándo puede suceder. Un sabor fue el estallido de nostalgia para Marcel. Acontece con un olor. Los sentidos son la clave. Sentidos de alta sensibilidad. Hay un olor maravilloso que también es evocador. El olor de la tierra mojada. En palabras de Saramago: «El más puro de todos los olores, el de la tierra mojada, nos embriagó durante un instante. Qué bonito es el mundo, dije yo. Pilar, en silencio, apoyó la cabeza en mi hombro… Continúa lloviendo. El agua ya debe de haber llegado a las raíces más profundas». Devorar libros, películas y series también provoca estos sucesos del pasado que nos asaltan para bien o para mal. Lo que fuimos. El arco iris de lo que fuiste. El pozo en el que estuviste. Pasa de la manera más sorpresiva. Ves una escena al azar de la versión nueva de la serie Poldark y la mezclas con el cofre de tu propia biografía. Cuando el niño deja de ser niño. O está a punto de dejar de serlo. Así:

Un día robado al verano en medio del invierno del norte es un oasis. Ellos, los tres, salieron a disfrutarlo. El mozo de la casa. La hija de la casa y su hermano pequeño.

Fueron a la playa, a los pies del telón de los acantilados. El sol llenaba de oro los pies. El niño corrió a jugar a la orilla de las olas. Ellos, no tan niños, se persiguieron con tensión por la arena siguiendo la huella de infinitas parejas.

Entonces él lo dijo.

-Ponme otro reto.

Ella bajó la mirada para que enfriarla. Y le preguntó.

-¿Cuál?

Ahora enfrentó de nuevo sus ojos, desafiante como una hoja que tiembla.

-Darnos un beso.

Ella, sabia en su adolescencia, le contestó.

-Cuando no nos pueda ver mi hermano.

Olvidamos esos tiempos que todos hemos vivido. Solo el recuerdo de momentos así conmueve y turba.