Alfonso Alonso, el incómodo

OPINIÓN

David Aguilar | EFE

25 feb 2020 . Actualizado a las 18:39 h.

Más allá de que los resultados del PP vasco no hayan sido precisamente para presumir en los últimos años, Alfonso Alonso se va del partido por no saber ser un político de los tiempos que corren. El exministro de Sanidad, ese que le resolvió a Rajoy la papeleta que había dejado Ana Mato en Sanidad cuando le explotó en la cara el cumpleaños de la Gürtel, no era un hombre de argumentario. En las entrevistas decía, y explicaba, opiniones que, al menos, sonaban propias. Y probablemente muchas veces lo que él decía no coincidía con el correo que cada mañana le enviaban desde Génova. Hablaba sin tapujos de errores de los suyos y pedía una identidad propia para su partido en País Vasco, donde el discurso que imponía a nivel nacional Casado y Abascal no se lo ponía nada fácil. Se acercaba peligrosamente a eso que llaman verso suelto. Demasiado incómodo. Incluso en público. Alonso no dudó en enfrentarse con Cayetana Álvarez de Toledo cuando en una de sus habituales exageraciones cuasi-apocalípticas comparó la situación en Cataluña con los peores años de ETA. Y puso en duda que compensase que Rosa Díez, a la que muchos ya daban como posible candidata en su tierra, ahora apoyase al PP. Mientras él se revolvía y seguía explicando sus tesis, Génova maniobraba a sus espaldas. Arrimadas les puso en bandeja la excusa y no tardaron en ejecutar. Alonso plantó la reunión en la que tendría que firmar su sentencia de muerte y vía Twitter comunicó dos días después que ya no era el candidato. Fin de la historia. No fue un gran ministro, no consiguió grandes resultados en el PP vasco, pero al menos defendió sus ideas. Y eso, hoy en día, parece que ya es mucho. El discurso propio y la coherencia cotizan a la baja. En todos los partidos. Alfonso Alonso emprende ahora el camino que le marcaron ya hace unos años a Eduardo Madina en el PSOE. Para incomodar, mejor en casa.