Asamblea de impostores

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

CONGRESO

16 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Llama la atención la cantidad de impostores que se van descubriendo en el espectro político. Presidentes, ministros, eurodiputados y hasta el más humilde concejal de ayuntamiento. Para los que hemos cursado una carrera, un doctorado, opositado y solicitado decenas de certificados que dieran fe de lo que uno ha conseguido, resulta -digo- llamativa, la cantidad de gente que falsea, engorda o directamente inventa su curriculum vitae.

En el campo político debe de ser muy importante parecer solvente porque si no lo eres parece que no pasas de furriel; ellos lo saben y se condonan las pillerías como si fueran trajes de marca falsas. Casi se puede considerar que quienes se dedican a la noble causa política cuando se reúnen son, muy frecuentemente, una asamblea de impostores.

Pero esta sed de medallas y adornos no solo está presente en el ámbito político, sino en todas partes, desde en regias corporaciones hasta en el Instagram.

Tal grado de impostura sería insostenible si tuvieran que ejercer los estudios que no cursaron o mostrarse en la realidad no virtual, sin embargo en la cosa pública «sí se puede».

Nos gobierna y rodea una «mediocracia» afanada en condecorarse de excelencia sabiendo que aunque la mona se vista de seda mediocre se queda, lo que les hace parecer fuertes, pero ser débiles y vulnerables.

Tengo un amigo que no soporta las asambleas porque dice que los que allí toman la palabra normalmente lo hacen para cantar vanidades o vomitar frustraciones. Razón no le falta.

En realidad los impostores saben mejor que nadie que el curriculum más importante es el curriculum mortis, ese que registra los fracasos, errores, renuncias y remordimientos de nuestra historia.

Durante una conferencia el poeta Félix Grande replicaba así a las protocolarias alabanzas de sus anfitriones: «Lo primero de lo que me puedo jactar es de ser un guitarrista flamenco rotundamente fracasado». Confesión que da la talla del autor y merece una magnífica puntuación en el curriculum mortis.

Ahora que toca abundancia de reuniones políticas, mesas de diálogo, debates parlamentarios y arengas electorales, no paro de pensar ¿quiénes serán los impostores? ¿La impostura consiste en no ser lo que dicen ser, o en no hacer lo que dicen que van a hacer? ¿Tendrán códigos y señas de mus para comunicarse sus imposturas?

La proliferación de impostores es un síntoma de la época, son un producto de la pérdida del pudor y la necesidad de reconocimiento social y de la imagen que empapa lo público.

Manifiesto para la gente honesta: ¡La lucha sigue! Y no solo hay que preparase para conseguir metas, ahora hay que competir husmeando en el curriculum del adversario. Qué falta de seriedad, qué bajo hemos caído.