Parasitando todos los premios

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

Robert Gauthier

11 feb 2020 . Actualizado a las 09:30 h.

Estamos ante una película genial. Muy buena. Con un giro a mitad de metraje que le da una profundidad, nunca mejor dicho, que asusta y que la convierte en todavía más redonda. Pero que Parásitos haya parasitado todos los premios es un exceso que tiene tan poca explicación como precedente. Sucedió en otros años que esta ruleta de los Óscar nos dio sorpresas mayúsculas, pero no con esta contundencia. Más que una victoria coreana parece la típica paliza del Real Madrid apadrinada como siempre por los árbitros y no por la excelencia suprema. El filme coreano, insisto, es de una calidad extraordinaria, pero nadie jamás se había llevado todos los boletos de lo que ha devenido en lotería surcoreana. En Cannes ya había hecho triplete. Pero aquí se ha llevado el cuatriplete.

En un curso en el que por fin la cosecha de Hollywood y Netflix invitaba a un duelo a muerte entre los grandes. Estaba Sam Mendes con 1917, estaba Tarantino con Érase una vez... en Hollywood, estaba el dios Scorsese con El irlandés, pero nada de eso importó al jurado para aclamar a Bong Joon-ho como el triunfador de los triunfadores de la historia del séptimo arte. No confundir su nombre con uno de esos golfistas surcoreanos que se arrodillan cada vez que ven cerca a Tiger Woods. La única explicación que tiene este milagro que parece salido de una lotería coreana es la exageración que supone ser norteamericano. Hay en ese país, solo hay que mirar hacia su presidente, una tendencia al exceso, a lo orondo. A hacerlo todo a lo grande. Y fue Parásitos la que ha saltado la banca y ha quedado consagrada para la eternidad. ¿No le hubiese llegado con el Óscar a mejor película extranjera? Tras el triplete que decía en Cannes, igual se le quedaba pequeño ese Óscar. Ya en otras ocasiones sonaron películas extranjeras favoritas para hacer el doblete de mejor película. Pero el asalto no se cerró. Se me viene a la cabeza Cinema Paradiso, de Tornatore, una película que perdurará más o lo mismo que Parásitos, y que en el 89 tuvo que contentarse con el Óscar extranjero frente a esa peliculita que fue Paseando a Miss Daisy. Veinte años después, la historia se repetía con El secreto de sus ojos, donde Campanella daba una lección de emoción y se llevaba solo la estatuilla al talento guiri. En aquel curso le dejó sin el premio mayor En tierra hostil. Más reciente tenemos el caso de La gran belleza, de Sorrentino, que fue premiado, digamos, con el tío menor, para que el tío mayor se lo llevase 12 años de esclavitud, de Steve McQueen. En este caso todo más discutible. 12 años de esclavitud era también un filme potente, como adorablemente italiana es La gran belleza. Volviendo al inicio, menos mal que el trabajo surcoreano es de Himalaya. Así el grand slam del cine se lo lleva una historia soberbia que pone a los humanos ante la poca cosa que somos. El mejor plan en la vida es no hacer planes.