Sánchez: ni honra, ni barcos, ni nada

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

Quique Garcia | Efe

07 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Recuerdan cuando hace poco más de una semana Torra se empeñaba aún en que era diputado? Frente a su inadmisible negativa y la de los separatistas a aceptar la inhabilitación decidida por la Junta Electoral Central sostuve reiteradamente en estas páginas que aquel era un acto de desobediencia contumaz, tal y como finalmente tuvo que aceptarlo el propio Parlamento catalán, que privó a Torra de su escaño.

Pues bien, con su empeño en mantenerse como presidente de la Generalitat ocurre lo mismo exactamente: que, en un claro acto de usurpación, Torra sigue ocupando el puesto, pese a la clara prohibición establecida en la Constitución y en el Estatuto catalán, porque, como antes, se niega a cumplir la ley, como antes, con el apoyo del Parlamento catalán, cuyos letrados, desdiciéndose de lo sostenido previamente, reconocen ahora que «la condición de diputado es requisito necesario para ser presidente» de Cataluña.

En una acción sencillamente inconcebible en un presidente del Gobierno, titular de un poder público obligado como todos por la Constitución a cumplir y hacer cumplir la ley, Sánchez decidió convalidar tal acto de usurpación y de desobediencia entrevistándose ayer con Torra, al que otorgó así, de forma deshonrosa, un poder que legalmente no le pertenece. Es una muestra más de la extrema debilidad del Ejecutivo, que ha de pasar por las horcas caudinas del separatismo si quiere mantenerse en el poder.

Y todo, hablemos claro, para nada, como, con perífrasis diversas, se avanzó antes de la reunión por el propio Ejecutivo, que no puede ya disimular públicamente una evidencia apabullante: que es imposible llegar a acuerdos con quien está empeñado en defender tres exigencias demenciales: la amnistía y el derecho de autodeterminación, que no caben en la Constitución; y eso que los secesionistas denominan, con una cara dura impresionante, «el final de la represión», como si España fuera Venezuela y los separatistas los luchadores contra el régimen franquista. Como se comprueba día tras día, los delirios del secesionismo catalán no tienen límites. Por eso la entrevista de Sánchez con Torra constituye un error garrafal, que en nada beneficiará al primero y de la que solo el segundo sacará una gran tajada. El presidente del Gobierno ha legitimado a un usurpador, que desprecia a España y a los españoles (incluidos los catalanes no nacionalistas) y que lleva meses riéndose a mandíbula batiente de las leyes que también él esta obligado a cumplir y a hacer cumplir, mientras reivindica la independencia catalana. En contraste, el presidente del Gobierno ha hecho lo que dicho coloquialmente es un pan como unas tortas: legitimar a un adversario enloquecido sin obtener a cambio absolutamente nada.

Cuando Sánchez, moción de censura mediante, llegó al Gobierno, el separatismo catalán estaba derrotado y en desordenada desbandada. Ahora ha recuperado la iniciativa y tiene en sus manos al Gobierno del país. Ese es el balance, brillante balance, de Sánchez y su PSOE.