Clérigos

José Francisco Sánchez Sánchez
Paco Sánchez EN LA CUERDA FLOJA

OPINIÓN

EDGAR SU | Reuters

01 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Alguien habrá escrito, seguro, un tratado de los besos, con una clasificación de las variedades tipificada en grupos y subgrupos según su finalidad, es decir, de para qué sirve cada beso. No he buscado el libro y no lo he leído, pero sé que hay besos que curan y besos que quieren curar, pero solo calman o distraen o nada. Hay besos que cantan y otros que ríen o lloran o piden perdón. Los hay que hablan de pena o de impotencia o hablan de que no se encuentran las palabras. Lo digo porque estos días se ha comentado mucho un beso impulsivo e inesperado, sin antecedentes, difundido en directo y miles de veces repetido en las redes: el beso que Rafa Nadal le dio a Anita en la mejilla el pasado viernes en Australia. Las imágenes son tremendas: Anita atenta a la red, Rafa lanza un derechazo durísimo que se le escapa y la bola le da a la recogepelotas de 13 años en la cara. Nadal sale disparado hacia ella y le planta un beso.

Claro, esto en el mundo anglosajón asombra mucho más, y los medios no se cansaron de subrayarlo con «Nadal derrite corazones» y frases similares. Pero un articulista, también rendido ante el gesto de Nadal, aprovechó la cosa para explicar por qué no todo contacto tiene que ser siempre consensuado. Me acordé de una gitanilla de cinco o seis años que me dio dos monedas de diez céntimos en prueba de afecto: «¡Payo, payo, para ti!». Y no me atreví a darle un beso, pese a que su gesto me conmovió, porque a ver qué iban a decir los muchos parroquianos que abarrotaban aquel bar. No están los tiempos para que un tipo mayor bese a una gitanilla.

La falsa moral del nuevo clero produce situaciones espantosas: lo envuelve todo en sospecha, porque es falsa.

@pacosanchez