Sánchez, ocurrente

Carlos G. Reigosa
carlos g. reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

13 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

No se puede negar que Pedro Sánchez es un presidente ocurrente y avispado. Basta con repasar la larga serie de sorpresas que nos ha ido dando (y que probablemente se ha ido dando también a sí mismo) para tener que reconocerle estas cualidades o capacidades. No lo ha detenido ninguno de los muchos obstáculos que le surgían desde los cuatro puntos cardinales, quizá porque supo convertirlos en parte de sus nuevas resoluciones. En realidad, es como si se hubiese ido alimentando -¡con un estómago privilegiado!- de todo lo nuevo, sorprendente o desconcertante. Porque, en realidad, si lo recuerdan, nada le ha parecido a él nuevo, sorprendente o desconcertante. 

Lo ocurrido no ha contado con la aprobación de todos los ciudadanos, como es natural. Son muchos los que han visto en su actitud la materialización de una vocación exacerbada de consolidarse al frente del Gobierno, es decir, la firme determinación de pactar tanto como fuese menester para presidir el Ejecutivo, sorteando toda clase de obstáculos para salirse con la suya. Y no le han faltado ocurrencias para lograrlo. ¿Qué va a pasar ahora? Esta es la respuesta preocupante que aún desconocemos. Porque el afán de Sánchez de contentar a tantos a la vez no tiene una clara viabilidad (y si la tiene, aún la desconocemos). Ahora estamos ante el horizonte de empezar a ver qué hay detrás de todas esas promesas y su capacidad o incapacidad de generar acuerdos. Las esperanzas y los temores o desconfianzas se conjugan. Y la incertidumbre reina. La realidad es que estamos ante un Gobierno conformado por un PSOE distinto al de Felipe González y un Podemos (Unidas Podemos) que jugará sus bazas desde el ideario ideológico de izquierdas con el que claramente se identifica. Pero lo que ahora empieza no es la definición de una nueva teoría política sino la gestión práctica de un Gobierno que deberá dar respuestas a los problemas de España. Y esas respuestas no deberían sembrar la inquietud o la confrontación entre los españoles. Por el contrario, deberían intentar que la esperanza aumente y se generalice. Por eso son tan inoportunos los exabruptos o amenazas, es decir, las estrategias de confrontación cuyo único propósito son deslegitimar al contrario. Sánchez no debería ser rehén de sus ocurrencias.