Los índices de poder

David Martínez Rego / Ricardo Cao TRIBUNA

OPINIÓN

Jesús Hellín | Europa Press

26 dic 2019 . Actualizado a las 13:21 h.

Después de acudir varias veces a las urnas, afrontamos el final de año con la incertidumbre política de una nueva investidura. En la ya más que tradicional tertulia poselectoral se respiraba una sensación de desasosiego por la fragmentación parlamentaria. Esta visión sería correcta solamente si observamos la política como un juego no cooperativo en el que distintos actores votan de forma individualista. En este escenario, el poder de cada actor es solo en función del número de votos que posee. Sin embargo, en la política real las grandes decisiones parlamentarias se toman llegando a consensos, donde las iniciativas que cada actor quiere sacar adelante son debatidas públicamente y acumulan apoyos hasta llegar a una mayoría parlamentaria. No se trata solo de vencer, sino de convencer. Es esta no tan sutil diferencia la que hace que el poder de cada grupo no sea exactamente proporcional al número de asientos que atesora en el Parlamento. El poder radica en ser el actor que, dando su apoyo, hace que un consenso se torne en mayoría. Es en ese momento cuando los políticos pueden negociar nuevas iniciativas a cambio de su apoyo y ejercer un poder parlamentario efectivo.

Para poder medir este poder real, debemos recurrir a matemáticas un poco más sofisticadas. El índice de Shapley-Shubik nos ayuda a comprender esta situación mejor. Fue formulado por Lloyd Shapley y Martin Shubik en 1954 y refleja lo decisivo que es un jugador (en un parlamento, un partido) a la hora de conformar mayorías decisivas. Recorriendo todas las posibles configuraciones de consenso que se pueden dar, medimos la proporción de veces que cada formación se encuentra en la situación decisiva de ser el jugador que torna la balanza.

Observando el índice de poder tras las elecciones generales del 10-N, se pueden observar fenómenos anti intuitivos si solo nos fijamos en el número de escaños. La diferencia de poder perdido por Unidas Podemos y Ciudadanos ha sido mucho mayor que su pérdida en escaños, dejándoles más débiles en el Parlamento tras el 10-N. Por otro lado, a pesar de existir una diferencia significativa en número de escaños, la diferencia de poder entre Vox y PP es muy pequeña, teniendo ambos casi la misma capacidad de generar mayorías parlamentarias en la práctica. Desde este punto de vista, no debería sorprender a nadie que tanto PP como UP fuesen los más interesados en crear una coalición y el acuerdo entre UP y PSOE se forjase en apenas día y medio, en contra de lo que se predecía en las tertulias.

Pero, desde este punto de vista, ¿cómo afecta la coalición PSOE-UP a la aritmética del poder, a la gobernabilidad y a los intereses de cada partido?

En esta situación, suponemos que el gobierno de coalición propondrá iniciativas en consenso y buscará apoyos para cada una de ellas en el resto de partidos. El índice de poder de la coalición es de un 52,07 %, mayor que la suma de las dos fuerzas por separado, lo que denota de nuevo la obviedad de la decisión. Pero la modificación del tablero político va más allá. El efecto más significativo es la igualación y gran pérdida de poder de PP y Vox Ambas formaciones tendrían la misma capacidad de influencia, siendo esta muy baja en relación con su número de escaños. Por otra parte, ERC y Cs incrementarían ostensiblemente su influencia en el Parlamento, lo que hace difícil creer que renuncien a apoyar esta fórmula. Visto en conjunto, el Parlamento se vería influenciado por dos nuevos actores principales, ERC y Vox, con un nivel de poder cercano o igual al del partido tradicional que queda fuera de la coalición, el PP. Este sería posiblemente el condicionante mayor de la vida política en los próximos cuatro años. En lo que se refiere a otras fuerzas minoritarias nacionalistas, regionalistas y representantes de la España vaciada, su poder, aun siendo pequeño, se eleva considerablemente, lo que lleva a pensar que en última instancia apoyarán la coalición.

En definitiva, el índice de Shapley-Shubik nos muestra que la coalición PSOE-UP beneficia a casi todas las fuerzas, con la excepción del PP y Vox, dando una visión de escenario más probable. El cómo afectaría a la gobernabilidad en los próximos cuatro años es algo que las matemáticas pueden estimar, pero no adivinar.