Violencia cero

Rafael Louzán TRIBUNA

OPINIÓN

21 dic 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

El deporte en general y el fútbol en particular son, posiblemente, el mayor altavoz existente en la sociedad actual. Un enorme escaparate que nos sirve en la mayoría de las ocasiones para inculcar a niños y niñas valores como el respeto, la generosidad, el esfuerzo, la solidaridad, el trabajo en equipo, la deportividad... El fútbol es un reflejo en el que los más pequeños se miran cada día. El eco es enorme y cualquier situación que se da en un campo de fútbol alcanza una dimensión que enseguida se convierte en tendencia. Y más ahora con el bum de las redes sociales.

Pero por desgracia el fútbol tiene también una cara B. La de la violencia. La ha tenido siempre, de diferente manera. Parece que dentro de un estadio de fútbol todo el mundo se siente legitimado para agredir. Con el tiempo y con mucho esfuerzo se han ido reduciendo en gran medida las agresiones físicas, pero aún queda mucho trabajo por hacer. Nadie que vaya a un partido de fútbol, ya sea como futbolista, como árbitro, como entrenador, como dirigente o como espectador, debiera salir del campo agredido, ni física ni verbalmente. El fútbol es un deporte y una fiesta que algunos, cada vez menos, siguen empeñados en no dejarnos disfrutar.

La FIFA, la UEFA, las federaciones nacionales y por supuesto también las territoriales como la gallega trabajamos mucho con el objetivo de la violencia cero en el fútbol. Sabemos que es un enorme desafío. En un deporte de masas como el nuestro el control absoluto es casi imposible, pero debemos seguir trabajando duro para acercarnos lo más posible a ese objetivo. La violencia física sí se ha rebajado de manera clara, pero los insultos no cesan. Cambian, eso sí, porque lo que pasa en el fútbol no deja de ser un reflejo de lo que ocurre en la sociedad, y la realidad es que vivimos sumidos en un clima de tensión permanente. Y ahí los violentos encuentran su hábitat natural. Las medidas de seguridad han aumentado de un modo sustancial y apenas vemos ya lanzamientos de objetos a los campos de fútbol. Las agresiones físicas en el fútbol modesto también se han reducido, pero no se puede tapar la boca a los aficionados; sí tomar medidas disciplinarias. Sanciones que deben tener un efecto disuasorio sobre el violento, pero no siempre ocurre así y al final es el club, casi siempre inocente, el que acaba asumiendo una sanción a la que le ha conducido la actitud de aficionados individuales o pequeños grupos a los que el deporte parece darles igual.

Uno de los mayores logros del fútbol en los últimos años, y en particular en España y en Galicia, es el enorme crecimiento del fútbol femenino, en todos los estamentos. La mujer tiene mucho que decir en nuestro deporte. Ya lo está diciendo, pero año a año su presencia y su protagonismo crecerán exponencialmente. Pero parece haber gente que no lo acaba de entender ni de aceptar. Los insultos machistas a jugadoras, entrenadoras o árbitras son absolutamente deplorables. La entrada de la mujer de manera ya definitiva en el fútbol tiene que ser un motivo de orgullo para todos. Y aquellos que lo quieren frenar a base de violencia merecen nuestra más enérgica condena.

Y exactamente lo mismo ocurre con los insultos racistas. No hay nada más globalizado que el deporte, y más aún el fútbol. Se juega al fútbol en cualquier punto del planeta. Da igual el país, la raza o el idioma. Solo hay un idioma en el fútbol, el del balón. Y aunque parezca mentira, en pleno siglo XXI aún son muchos los que no acaban de entender algo tan simple.

En la Real Federación Galega de Fútbol adoptamos hace dos años una medida importante. Habilitar a los árbitros para poder suspender un partido en el caso de insultos graves desde la grada. Y es que cualquier medida pasa por el hecho de que los violentos se percaten del daño que le hacen a su equipo, a sus jugadores, a sus compañeros aficionados y al fútbol en general. Cuando un partido se para todas las miradas buscan a los responsables. Porque lo que quiere la mayoría es disfrutar de este maravilloso deporte.

Queremos los estadios llenos. Queremos aficiones animosas. Pero no queremos insultos. Queremos un fútbol sin violencia. Ese es nuestro gran desafío: la violencia cero.