Voto a bríos

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

09 nov 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Los chavales de mi generación ignorábamos el significado del verbo votar, así con uve, y solo conocíamos el de botar, con b. Y mucho menos, cuando nos enteramos de lo que quería decir votar, sabíamos qué quería decir ‘bríos’, el destinatario de un voto cuando en España estaba prohibido votar y las libertades añoradas todavía no habían llegado.

Leíamos tan enigmática frase, «Voto a bríos», en las aventuras de El Capitán Trueno, un tebeo, un cómic semanal que ilustraba nuestra fantasía y estimulaba nuestro juvenil ardor guerrero luchando en la América previa al descubrimiento, inventando cruzadas inexistentes, o peleando en la lejana Cipango. Los protagonistas eran, junto al capitán, el forzudo y entrañable Goliaht, una suerte de Obelix hispano, y el joven y delicado Crispín. El ‘cuadro de actores’ lo completaba una bellísima heroína, novia eterna del capitán, Sigrid de Thule, reina o princesa de un país escandinavo. Tal vez la primera sueca en enamorarse de un español justiciero y patriota.

Personajes que me acompañaron durante buena parte de mi infancia y adolescencia, y que habían salido de los guiones escritos por un joven comunista catalán militante del PSUC, Víctor Mora, que desde sus textos dibujados por Ambrós se vengaba y combatía a su manera a la dictadura franquista.

Quizá por ello el primer tebeo de El Capitán Trueno salió al mercado un 14 de abril, como guiño a la fecha en la que se instauró en España la Segunda República.

Sesenta y cuatro años duraron las entregas semanales de El Capitán Trueno, y no hubo acuerdo, a pesar de sesudos estudios semiológicos, para interpretar el significado de la extraña invocación que asegura votar al misterioso Bríos,

En cada convocatoria electoral me planteo votar a bríos como voto de castigo a las ofertas falaces que prometen sin tino e incumplen la mayor parte de las medidas ofertadas. Me lo planteo pero luego caigo en la utilidad del voto demandado y tropiezo de nuevo en la misma piedra de siempre.

Votar a bríos es penalizar a los partidos tradicionales por muy nuevos que parezcan, votar a bríos es sacar la tarjeta roja siendo un arbitro anónimo en el enfrentamiento electoral, es volver a un país de sueños dibujados, de utopías escritas, blandiendo espadas y derrotando a los ejércitos de malandrines que nos acosaban cada semana.

Mañana, cuando coja la papeleta que depositaré en la urna, buscaré la que pone bríos y no la encontraré en la mesa, pero hoy mas que nunca el cuerpo y la mente me piden, me aconsejan, votar a bríos.