El pianista ansioso

Carlos G. Reigosa
carlos g. reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

04 nov 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Pedro Sánchez parece un pianista ansioso y febril que insiste en tocar cada vez más teclas para acaparar todos los sonidos que puedan significar alguna ventaja electoral. Lo ha hecho con la exhumación de Franco (algo que ya parece que ocurrió hace muchos años), con su visita al monumento de las Trece Rosas, con lo de Cataluña entera (y enteramente dividida) y con todo lo que se le sugiera como causa de alguna ventaja electoral. En esto, su equipo no se despista ni pierde el norte. Sabe que todas las causas son buenas si contribuyen a asegurar el poder ejecutivo en sus manos. 

A mediados del pasado mes de julio, los expresidentes Felipe González y José María Aznar coincidían en pedir «centralidad» a los bloques políticos, en lugar de un «ciego antagonismo». Y reconocían que ellos mismos se habían «peleado mucho», pero sin alejarse de la centralidad ni dejar de compartir «objetivos importantes». Tengo la impresión de que todos nos hemos dado cuenta de la relevancia de esto, pero ignoro si valdrá para algo. Porque la realidad es que ya parecemos cansados de jugar esta partida.

Yo comprendo los anhelos de Sánchez, es decir, su firme determinación de acumular decisiones que sumen, cuidándose mucho de no resbalar en ningún lodazal. Pero, claro, los lodazales están por ahí, y algunos de ellos, como el catalán, no tienen una solución sencilla. Por el contrario, las soluciones sencillas pueden ser el principio de un mal camino, cada vez más rudo y difícil de enmendar. Por esto es tan necesario mirar a largo plazo y no desviarse de la buena senda, por más que resulte incómoda.

Creo que Sánchez ya sabe lo que quiere, pero alberga demasiados temores (y mira demasiado hacia las encuestas) a la hora de decidir. Y esto lo frena y lo confunde, y le hace comparecer ante nosotros como un pianista ansioso al que se le distraen algunas notas. Por ello quizá estaría bien que mirase más lejos -más adelante- de su actual cortoplacismo y nos propusiese opciones sólidas y firmes, no sujetas a bandazos ni a chalaneos. Porque lo de Cataluña es tanto más complicado cuanto más difícil consideremos cualquier solución. Y por esto el buen desenlace podría demorarse más de la cuenta.