La más incómoda coalición

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Ricardo Rubio | Europa Press

05 oct 2019 . Actualizado a las 10:13 h.

Hace un par de días, un destacado dirigente territorial del PP me hacía este pronóstico en conversación privada: si las elecciones dan el resultado que prevén las encuestas, veremos a Pedro Sánchez de presidente, con la abstención del PP. Al parecer, Sánchez y Casado conversan con frecuencia, han olvidado aquello de «con usted no tengo nada que hablar» y dan la impresión de que existe un acuerdo parecido a este: gane quien gane el 10 de noviembre, nos comprometemos a apoyarnos mutuamente. Si ese acuerdo existiese, recordaría al de Adolfo Suárez y Alfonso Osorio en el año 1976, y Suárez terminó de presidente, con Osorio de vicepresidente.

Ayer, en el Foro Atlántico de A Toxa, Felipe González y Mariano Rajoy coincidieron en bastantes cosas, pero especialmente en una: se necesita un Gobierno estable, aunque suponga «coaliciones incómodas». Y añadieron: que supongan acuerdos en grandes cuestiones de Estado. Ni González ni Rajoy hablan en nombre de Sánchez ni de Casado, pero se les supone una cierta autoridad moral sobre ellos. Respecto a las coaliciones que mencionan, no hay ninguna más incómoda que la que puedan sellar los dos partidos mayoritarios. Y, para llegar a acuerdos de Estado, no hace falta ninguna coalición, sino que basta con negociarlos. Casado ya le ofreció a Sánchez una docena, suficientes para hablar de un trabajo conjunto. Digamos que al Gobierno le correspondería la gestión administrativa y al partido que le apoye la posibilidad de decir que cogobierna.

¿Es una ilusión? No tiene por qué. Lo importante ahora mismo es que la idea tenga aceptación social y que Sánchez pierda el miedo a que los partidos de su izquierda lo acusen de derechizarse. Sería, sin duda, lo que necesitaría el país en el supuesto más que probable de que no haya una mayoría formada por partidos afines. España daría un ejemplo de madurez, los dos políticos devolverían al escenario la generosidad perdida y se habría conseguido la estabilidad que tanto predican y tanto prometen garantizar ambos, aunque cada uno por su lado.

Ahora bien: para encontrar esa salida ya pudieron haberla explorado antes de tener que convocar elecciones. Hubo tiempo desde el 28 de abril, cuando se vio el panorama que teníamos por delante. Pero ni siquiera se ha intentado. Quienes hemos venido predicando la gran coalición, empezando por Núñez Feijoo, nos despertamos cada mañana con la decepción de comprobar que era imposible, porque uno de los protagonistas soñaba con convertirse en el deseado y aplastar a los demás aspirantes el 10 de noviembre. Ahora el acuerdo incómodo de gobernación sería un acuerdo obligado por la necesidad. Aún así, apuesto por él. González y Rajoy ya le dieron su bendición.