Hong Kong

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra EN TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

04 ago 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Mientras las batallas arancelarias de Rusia y Estados Unidos contra China ocupan la atención mundial, la verdadera épica se está librando en la trastienda. La isla de Hong Kong hierve y planta cara a Goliat con una naturalidad pasmosa: defiende su libertad. Del puerto de los aromas, que eso significa Hong Kong, y que es también el título de una extraordinaria novela de John Lanchester, publicada aquí por Herralde, partió hace ochenta años el millonario americano Richard Halliburton en un junco que pretendía cruzar el océano Pacífico y alcanzar San Francisco, pero que fue tragado por un tifón, como una metáfora. Yo, de China, las primeras noticias que tuve fueron la hucha del Domund, con la que recogíamos pesetas para los niños chinos y que al final fueron destinadas a construir la bomba atómica, y El loto azul, el libro de Tintín sobre la mafia del opio. Luego ya Las tribulaciones de un chino en China, de Julio Verne. La rebelión de los boxers de 1900 dio lugar a la película 55 días en Pekín, de Nicholas Ray, que fue rodada en la España de Franco a cambio de meter a un inexistente embajador español en el cogollo de la trama junto a Charlton Heston. Por allí anduvo en los años veinte, camino de Japón, Luis de Oteyza, uno de mis autores favoritos, que cuenta cómo los misioneros les arrebataban los niños a los campesinos para educarlos en la religión católica y se corrió el rumor de que se los comían. Dieta, por cierto, que ya proponía modestamente Jonathan Swift hace casi tres siglos.