Vértigo y suspense

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

La demanda contra Echenique, por intromisión ilegítima en el derecho al honor, fue admitida a trámite en un juzgado de Leganés
La demanda contra Echenique, por intromisión ilegítima en el derecho al honor, fue admitida a trámite en un juzgado de Leganés RICARDO RUBIO | EUROPA PRESS

25 jul 2019 . Actualizado a las 11:50 h.

Aprovecho que Carmen Calvo y Pablo Echenique permanecen encerrados bajo siete llaves, sin que podamos olisquear cómo transcurre el tira y afloja, para ver de nuevo una obra maestra del cine. Me refiero, claro está, a Vértigo, de Alfred Hitchcock. La película que nos anticipó, hace sesenta años, el contexto de la negociación in extremis entre PSOE y Unidas Podemos: el vértigo y el suspense. Vértigo del protagonista, el Scottie Ferguson interpretado por James Stewart, y pánico de la coprotagonista, la Madeleine encarnada por Kim Novak. Y suspense, concentrado en el tramo final del filme, por el gran maestro de la materia.

Bien sé que una obra maestra, profunda y compleja como pocas, propicia múltiples lecturas. Pero me admitirán que la tentación de caracterizar a Pedro Sánchez como Scottie y a Pablo Iglesias -o, tal vez, a Irene Montero, por aquello de respetar el género- como Madeleine resulta irreprimible. Los paralelismos entre ficción y realidad se multiplican. Los continuos giros que Hitchcock imprime a su historia, que mantienen al espectador hipnotizado y en vilo. La fascinación del protagonista por Madeleine, que se transforma progresivamente en malsana obsesión. La propia psicología y los traumas de Scottie -su acrofobia, su crisis de identidad, su complejo de salvador-, que va perdiendo paulatinamente la empatía del público, como bien apuntó en su día Mireia Mullor: «Empezamos queriendo que triunfe en su misión, y después que su misión llegue a buen puerto. Al final nos damos cuenta de que solo es un hombrecillo consumido por sus miedos». Todas las escenas resultan sugerentes en esa espiral de intriga y misterio.

A estas horas -las lorquianas cinco en punto de la tarde-, el PSOE se ha plantado y exige a Podemos que responda a su última oferta: «Ya no hay más». Es el momento culminante de la película. Aquel en que Scottie Ferguson conmina a Judy Barton a transfigurarse en Madeleine: la presiona para que se vista con las ropas de la muerta, se tiña de rubia y recoja el pelo en un moño. Que acepte, en suma, la función que le ha asignado. Un papel meramente decorativo, a juicio de Pablo Iglesias.

A partir de este punto, no puedo adivinar las siguientes secuencias de la película real. Tal vez el espectador, cuando lea estas líneas, ya conoce el desenlace. O tal vez, más probablemente, todos tengamos que esperar hasta el último suspiro, a mediodía de hoy, porque no descartamos nuevos giros en el relato.

En cualquier caso, el final de Hitchcock no resulta edificante: Judy Barton-Madeleine se precipita desde lo alto del campanario. Y los cinéfilos, aparte de considerar poco creíble la escena de la caída, todavía discuten si se trató de un suicidio o de un accidente. Si la realidad sigue el guion de la película, tampoco le auguramos mejor final al otro protagonista: se ha quedado compuesto y sin novia, a la intemperie, a la espera de que los irritados espectadores le concedan una segunda oportunidad el 10 de noviembre. Por eso confío en que PSOE y Podemos le enmienden la plana a Hitchcock.