El placer y la desgracia

Xosé Ameixeiras
Xosé Ameixeiras ARA SOLIS

OPINIÓN

17 jul 2019 . Actualizado a las 12:06 h.

«El trabajo te hará libre». Es el sarcástico lema en letras de hierro que forma el arco de entrada al campo de concentración de Dachau, la universidad del terror nazi. Ese eslogan se extendería a otros centros de esclavitud y exterminio del régimen de Hitler, con sus brausebad, las duchas de la muerte, como el culmen del engaño. En Dachau se formaron muchos de los que luego dirigirían las peores crueldades que alguien en sus cabales pueda imaginar. Es difícil creer incluso que un humano pueda idear tal infierno sobre la faz de la tierra. O que nadie hiciese nada por evitarlo. Posiblemente hubiese muchas vendas sobre los ojos, como en otros momentos trágicos de la historia. Los grandes crímenes suelen hallar terreno abonado en los silencios cómplices. Alarma, así, que los gritos de denuncia de gente como Caddy Adzuba (Príncipe de Asturias de la Concordia del 2014) queden acallados por las distracciones vanas de nuestro tiempo. Narra Adzuba que para sacar el coltán del Congo violan a mujeres, matan a hombres y usan a niños como esclavos. «Vuestro placer es nuestra desgracia», viene a decir. Su lema podía figurar en letras de hierro sobre la entrada a nuestro gran barrio de la comodidad. Seres humanos sufren horrores inimaginables y exterminios por lo que se ha venido en llamar tecnología de sangre. Y, aquí, en nuestro mundo esperamos con ansia el estreno del nuevo móvil, el cambio de ordenador o ese coche eléctrico con pantallitas en los respaldos de los asientos para que los niños no molesten. La realidad tiene múltiples caras. A veces da miedo abrir los ojos por la mañana y ver lo que tejen con el ganchillo de las desgracias a cambio de alimentar nuestra felicidad de pega.