Fuga de Dubái

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

07 jul 2019 . Actualizado a las 09:42 h.

En un lejano reino bendecido con un subsuelo fértil y un sol radiante, con islas en forma de palmera y torres tan altas que arañan el cielo, reina un emir setentón que seduce con lujos a los visitantes y mantiene sometido a su pueblo. Sucedió el emir Mohamed a su hermano Maktum cuando este reino muy muy lejano empezaba a conquistar Occidente con su oro negro y sus lujos de las mil y una noches, aunque en el reino se tortura a los disidentes; la democracia es una amenaza; los partidos políticos están prohibidos; la libre asociación, restringida; la trata de personas, normalizada; la homosexualidad, condenada a muerte y las relaciones de las mujeres fuera del matrimonio amenazadas con la lapidación. Un fresco que no disuade a los líderes políticos y empresariales del mundo que a diario negocian y adulan a este emir de un reino muy muy lejano cuyas dictatoriales hechuras se olvidan gracias al aroma embriagador de los petrodólares.

Poeta ocasional, Mohammed tiene por lo menos veinte esposas y un número indeterminado de hijos. Una de ellas, la princesa Latifa, fue devuelta a palacio y confinada cuando huía en un barco del maltrato paterno, aunque lo que el emir contó es que la muchacha había sido rescatada de un secuestro. La esposa más joven, la princesa Haya, aterrizó la semana pasada en Londres tras una fuga con riesgo de muerte que narran ahora los periódicos de Occidente como si fuera un exótico cuento persa con final feliz. Todo estas cosas hace el emir de Dubái sin que a nadie de los escrupulosos políticos y reyes de occidente les importe cuando Mohammed saca la chequera. Finalmente es solo una mujer que huye de un reino lejano.