Una de dos: o Pedro o Sánchez

OPINIÓN

08 jun 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

En 1974, cuando Arias Navarro inventó el «espíritu del 12 de febrero», para hacer posible el franquismo sin Franco, el Blasillo de Forges explicó en diez palabras el contenido aperturista del plan: «Ya podemos escoger entre seguir así o continuar como estamos». Y algo parecido dijo Pedro Sánchez, cambiando el guion del cine negro por el banal lenguaje de las series televisivas, para explicar las alternativas que tenemos los españoles -«PSOE o PSOE»- en la próxima investidura. La mejor manera de descubrir si el yuppie de retórica ampulosa y estilo active wear es el ejecutivo que necesita nuestra empresa, o un bluf como un piano, es comprobar si dice «esto hay que hacerlo, sí o sí». Si dice tal parvada, cosa muy frecuente, hay que dar por terminada la entrevista. Y, si habla como un cristiano normal, puede ser admitido a prueba para que demuestre su saber y responsabilidad. Sánchez, lamento decirlo, acaba de confesar que tenemos que investirle presidente «sí o sí». Y, dado que en este caso no podemos despedirlo, vamos a tener cuatro largos años para enterarnos de lo que vale un peine.

Sánchez disfruta de la misma situación de «sí o sí» que tenía Rajoy en el 2015, con 123 escaños y una endiablada panoplia de combinaciones y pactos que lo hacían tan imprescindible como débil. Y la única razón por la que don Pedro puede exhibirse como un pavo real, vencedor de mil contiendas, más resistente que el Cid, y más hábil que Talleyrand, es que no tiene enfrente un político sin escrúpulos como él, que se instale en el «no es no», que acepte la nominación del rey sin tener percha para colgarla, que fuerce una repetición de elecciones absurda y egoísta, y que finalmente tire el tablero con una moción de censura Frankenstein para hacer nuevas elecciones desde el poder. Y eso quiere decir que Pedro Sánchez va a ser presidente gracias a que Sánchez solo hay uno; y a que los electores siempre intentamos beber con un coladero -tropezando una y otra vez en la misma piedra-, hasta que la sed nos demuestra que la supervivencia depende de un cuenco.

Basándose en que no hay un Sánchez enfrente, el propio Sánchez cree que todos sus problemas se acabarán el día de la investidura, y que no habiendo en ella más que dos opciones -«sí o sí», «PSOE o PSOE», y «Pedro o Sánchez»- nadie se atreverá a bloquear, como él hizo, esta legislatura, ni a hacerle la moción de censura que él hizo metiendo en la sala de máquinas del Estado a toda la jarca que vive y se enorgullece de echar sacos de arena sobre los delicados engranajes del poder.

Para mí es evidente que ahora no tenemos más alternativas que «Sánchez o Sánchez», porque enfrente no hay irresponsables que sean capaces de supeditar la suerte y la gobernación del país a la megalomanía personal. Pero discrepo de Sánchez que después de su investidura vamos a entrar en la pax romana. Porque lo que nos espera es una etapa de chalaneos, chantajes, traiciones e inestabilidades que van a convertir la legislatura en puro tiempo perdido.