Faldas

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre MIRADAS DE TINTA

OPINIÓN

28 may 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

La polémica viene de lejos, desde el Deuteronomio 22.5 -«No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre ropa de mujer»- todas las civilizaciones han husmeado en la forma de vestir de la mujer, alguna tan reciente como que hasta 1993 el Senado de EE.UU. prohibía el uso del pantalón a la mujeres. Y seguimos con el tema a cuestas a tenor de la reciente polémica surgida sobre el uso obligatorio de la falda en los uniformes escolares de las chicas.

Es cierto que todas estas normas han sido promulgadas desde un poder masculino ­-sea civil o religioso- teniendo poco en cuenta la opinión de la mujer sobre este asunto y que a estas alturas de siglo deberían ser ellas quienes decidan qué y cómo vestirse.

No obstante, cabe hacer una cierta reflexión histórica de la prenda en cuestión para no quedarse en otra nueva soflama feminista reivindicativa de la igualdad de géneros.

La falda parece ser el primer vestigio de vestimenta en el ser humano, tal y como atestigua la Venus de Lespugue (20.000 a. de C.) ; sumerios, asirios, egipcios, griegos, romanos... todos vistieron falda sin distinción de sexo. No fue hasta fraguada la cultura occidental donde la falda pasa a ser prenda casi exclusiva de la mujer y el pantalón del hombre, eso sí, con formas, estructuras, tejidos, longitudes, telas y colores propios de cada época.

Hay quien quiere ver en esa decantación de la falda como prenda exclusivamente femenina cuestiones de higiene, comodidad, adorno o seducción; otros achacan la primacía del pantalón en los hombres al hecho de su ardor guerrero y la consiguiente ventaja que tiene el pantalón para montar a caballo.

Que cada cual se vista como quiera, pero no por vestir iguales dejamos de no ser lo mismo.