Venezuela y la ONU

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

Rayner Peña

20 may 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) es la gran creación política internacional ideada en 1945, tras la Segunda Guerra Mundial, para mantener la paz y la seguridad en el mundo. Una noble ambición que ha mostrado su eficacia en muchas ocasiones. Pero no en todas, claro. Porque los 193 Estados miembros de la Asamblea General no gozan de iguales poderes. Muy por el contrario, son los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad (EE.UU., Rusia, China, Francia y el Reino Unido) los que tienen derecho de veto. Y así llegamos a la explicación de la ineficacia de la ONU ante la actual situación en Venezuela, un país encallado en una desastrosa situación que, lamentablemente, aún puede empeorar y ensangrentarse más.

La explicación de lo que ahora está ocurriendo es que esos cinco países del Consejo de Seguridad de la ONU mantienen criterios muy diferentes, conforme a sus propios intereses. Y así sucede que los venezolanos se van paralizando en un peligroso atasco que podría cercenar toda esperanza de cambio, porque Maduro no tiene otras luces, ni siquiera está claro que quienes lo apoyan al frente del país le consientan abrir alguna negociación. Guaidó ya se ha dado cuenta de que esta es la situación y por ello insiste ante sus contactos en el exterior. Porque Venezuela está literalmente paralizada en un desastre político y económico desproporcionado. Les haría falta un Alfredo Pérez Rubalcaba para tejer lo destejido. Y ni así. Porque las posiciones son irreconciliables.

Lo que parece más absurdo y desconcertante es que la verdadera esperanza de cambio pueda encarnarla Donald Trump, ese presidente de EE.UU. egoísta e impredecible en casi todo y con un montón de conflictos abiertos por todo el mundo. Pero, como reza el dicho, los caminos del Señor son inescrutables. Y en Venezuela aún queda mucho por escrutar y por resolver, tratando de sortear la actual tragedia, porque los habitantes de esa rica tierra bien merecen una oportunidad de salir airosos y recuperar anteriores caminos de dicha y esplendor. Aunque para ello haya que contar con el acuerdo y el entendimiento de medio mundo. Y con toda la ONU si es necesario. Porque ya basta de refocilarse en el desastre. Hay que tener piedad de Venezuela.