La España que no da de comer

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Chema Moya

02 abr 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Todos los problemas que tiene España o son culpa de algún partido o son explotados por otro partido que entorpece las soluciones. Todos, menos uno: la despoblación. Ese es un problema transversal, que se da en territorios gobernados por alguno de los partidos que hoy están en contienda electoral. No es, por tanto, una cuestión ideológica o identitaria como Cataluña. Y una segunda aportación: aunque parezca un problema nuevo, hunde sus raíces en el desarrollismo de las dos décadas finales de la etapa franquista. Entonces cada punto porcentual de mano de obra que las nuevas industrias -¿recordáis los ‘polos de desarrollo’?- arrebataban al campo se entendía como un dato de progreso, edulcorado con la literatura del nacimiento de una nueva clase media. A los pueblos hoy vacíos no les quedaba ni la resignación: esa era la doctrina imperante que terminaron por asumir. Las comarcas adonde no llegó ninguna industria o empresa con capacidad de crear empleo son las que se han despoblado y envejecido. La agricultura y la ganadería dieron de sí lo que podían dar.

Esa cultura que identificó desarrollo y vida urbana es la culpable de todo. El resto es círculo vicioso: si los jóvenes en edad de trabajar se marchan a la ciudad, solo quedan los viejos, con lo cual el cierre es inevitable a corto plazo. Si en las comarcas perjudicadas se sigue sin invertir, no se fija ni se atrae población. Y si no hay población, los servicios públicos decaen y los servicios que presta la iniciativa privada dejan de ser rentables. Llevamos años metidos en ese círculo y el resultado es pavoroso: más de media geografía nacional se quedó o se está quedando sin gente y sin servicios. Es la otra desertización. La Voz de Galicia suele publicar emocionantes ejemplos de retorno al rural, pero son la excepción.

Por eso este cronista desconfía de las soluciones que se están proponiendo desde el ámbito político. Desconfía, en primer lugar, de las intenciones, porque hay más interés en el voto (¡ahora se descubre la importancia del voto rural!) que voluntad demostrada de reforma profunda. El interés que ahora muestran los candidatos desaparecerá el 29 de abril, qué tristeza. Y desconfía de las medidas, porque no apuntan a la raíz. Nadie habla de industrialización, ni siquiera de hacer rentable el rural. ¿Cómo va a haber inversión nueva con los precios que se pagan al ganadero y al labrador? ¿Cómo, si no hay estímulos a la modernización de la economía agraria? ¿Cómo, si es noticia frecuente el cierre de granjas en Galicia? España no se vacía por la falta de banda ancha, aunque contribuya; se vacía porque el Estado no cumple su función asistencial. Y se vacía, sobre todo, porque no da de comer.