En el banquillo de los acusados del Supremo, en el que se dilucidan responsabilidades de la rebelión de los señoritos, hay ausencias notables. Algunos miembros del autodenominado comité estratégico y responsables de la logística de la compra y distribución de las urnas, ente otros. Y Artur Mas. Sobre todo, Artur Mas. Porque cada día que pasa conocemos su exclusiva responsabilidad en todo el procés y en el desaguisado al que llegamos.
Vamos a ser generosos y olvidarnos de Jordi Pujol, que durante décadas diseñó y realizó un plan para exacerbar los deseos independentistas y crear una conciencia de Cataluña alejada de España. Vamos a dejarlo disfrutar de los millones que nos ha robado y de sus hijos delincuentes. Pero lo de Mas hay que planteárselo.
Alguien tan poco sospechoso como Josep Antoni Duran Lleida acaba de decirnos que Mas y solo Mas frustró el intento real de llegar a una salida política que evitase el choque de trenes cuando Rajoy aceptó explorar un acuerdo político que pudiese ser votado por los catalanes, siempre que CiU lo apoyase y defendiese en Cataluña. Según Duran Lleida, Mas, subido al carro independentista, respondió dando a conocer las preguntas del referéndum del 9-N.
De lo acontecido desde entonces en Cataluña, con todo el fregado del 1-0 incluido, ¿es más responsable Oriol Junqueras, por ejemplo, que Artur Mas? ¿Tiene más responsabilidad quien subido ya a la ola del disparate alienta a la desobediencia que quien pudiendo evitar el enfrentamiento y solucionar el problema, se niega a ello? ¿No hay suficientes episodios de rebeldía e irresponsabilidad en la trayectoria del ex presidente como para que pase de testigo a acusado? ¿O existen dudas sobre el papel determinante que realizó y realiza en el procés?
Artur Mas no puede ser juzgado únicamente por la historia. En el banquillo del Supremo se sientan otros líderes de la revolución de los señoritos con menos responsabilidad que la suya. Él es el señor X del procés.