Los mejores asesores de Sánchez son Casado (impagable), Rivera (y sus volantazos galácticos), Vox (como amenaza interestelar) e Iglesias (por su oportuna baja por paternidad y por la eterna crisis de la confederación podemita). Menos a Vox (que le paga Irán) los tenía a sueldo a todos en el Congreso. El presidente socialista debió de titular su libro Manual del resistente y del suertudo. Entre todos le están abriendo una autopista hacia el triunfo el 28A. Casado habla tan rápido que no se le entiende casi nada. Pero es peor cuando se le entiende (aborto, maltratadores…). Rivera es un púgil sonado. Desde hace mucho es mejor su segunda, Inés Arrimadas, que él. Abascal es el disfraz del miedo pidiendo listas en Andalucía. Abres hilo en seguida: listas/cunetas. Encima son tres por la derecha y, aunque se lleven el cincuenta por ciento del electorado cabreado con la nadería de Sánchez, el matemático belga D’Hondt los va a destrozar por el reparto de votos. Por la izquierda, el PSOE, con su 28 por ciento o 30 por ciento de voto, solo tiene que pelearse con el azucarillo que se diluye de Podemos. Más escaños. Un festival de escaños. En Ferraz no lo soñaron ni dopados. Es fácil de entender. Cinco grandes grupos de voto, al dividirse en las provincias, harán que los restos forren a los socialistas. El espanto puede estimular la participación, pero en los dos bandos. La derecha tendrá ese casi cincuenta por ciento del voto y se verá derrotada por un 30 por ciento socialista. Y, entonces, será el momento del milagro. Si salen los números (el PSOE, más Rivera, más el PNV), presenciaremos lo increíble: el cordón sanitario, el veto de Ciudadanos al PSOE dejará de existir. Rivera dirá algo así como que por la patria, por evitar el bloqueo, por salvar España aceptará pactar con Sánchez si entre los dos y alguna pata (la citada del PNV) suman 176. Tenemos unos políticos nefastos. Los debates serán decisivos por lo que pueden llegar a mentir los cinco jinetes del Apocalipsis.