Puertas giratorias

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado VUELTA DE HOJA

OPINIÓN

En 2015 cientos de familias separadas desde la Guerra de Corea de 1950-53 pudieron reencontrarse cara a cara durante unos dóas
En 2015 cientos de familias separadas desde la Guerra de Corea de 1950-53 pudieron reencontrarse cara a cara durante unos dóas YONHAP | EFE

Hay un lugar en Alemania donde todavía existe la desaparecida República Democrática Alemana. Es en una residencia de ancianos donde se tratan casos de demencia y Alzheimer

03 oct 2019 . Actualizado a las 19:46 h.

Hay un lugar en Alemania donde todavía existe la desaparecida República Democrática Alemana, la Alemania comunista. Se encuentra en Dresde y es en una residencia de ancianos donde se tratan casos de demencia y Alzheimer. Un día, cuando preparaba un ciclo de viejas películas para entretener a los residentes, el director hizo un descubrimiento casual. Se le había ocurrido poner de adorno una vieja moto de las que se fabricaban en la Alemania del Este y ya no existen. De repente, algunos de los ancianos que luchaban desde hacía tiempo por recuperar la memoria empezaron a explicarle cómo se encendían aquellas motos, cómo se llenaba el depósito, cómo se cambiaba la rueda. Los recuerdos siguieron llegando, imparables: sus primeros paseos con aquellas motocicletas, una novia a la que llevaban a su casa después del trabajo, los primeros besos junto a la moto en mitad del campo... Los objetos, a veces, tienen ese poder mnemotécnico de evocar. El hecho es que, desde entonces, se decidió crear salas que reprodujesen el mobiliario y la decoración que eran característicos de la Alemania comunista. Los empleados recorrieron mercadillos y bucearon en eBay acumulando las sobras de aquel tiempo lejano en que sus pacientes eran jóvenes: papel pintado para las paredes, cafeteras viejas, interruptores de la luz, retratos de Erich Honecker, cajetillas de tabaco de marcas que ya no existen, aparatos de radio obsoletos... Con toda esta quincalla, los ancianos mejoraban mágicamente. Es el poder terapéutico del recuerdo.

También el olvido puede ser terapéutico. Mientras tanto, en el otro extremo del mundo, en Seúl, en Corea del Sur, hay otro lugar donde enseñan precisamente a eso, a olvidar. Se llama Escuela Yeomyung y es adonde van quienes consiguen huir de Corea del Norte para que les ayuden a manejarse en su nueva residencia en Corea del Sur. En la Escuela Yeomyung se cambia de país, de cultura, de ideología e incluso de siglo. A los recién llegados, que vienen de un país cerrado al mundo, hay que explicarles lo que es el capitalismo y cómo funciona. Sobre todo, hay que adiestrarles en las cosas prácticas: qué es una tarjeta de crédito y cómo se maneja (en Corea del Norte no hay), qué son unas rebajas, cómo se accede a Internet y qué se puede hacer allí. En realidad, como en la residencia de ancianos de Alemania, es lo banal, lo superfluo lo que importa, no la ideología en sí, porque es de lo superfluo lo que está hecha nuestra identidad profunda. No porque los seres humanos seamos superficiales, sino porque vivimos en la realidad y no en el mundo de las ideas.

En el planeta hay muchos de estos lugares geminados, de estas puertas giratorias por las que se entra o se sale de una manera de ser y pensar, de una cultura, de una época: sitios que enseñan algo y sitios que desaprenden ese mismo algo. La identidad es siempre un viaje de ida o un viaje de vuelta. En Jerusalén, los yeshivás donde educan a los judíos en la ortodoxia no están lejos del centro donde enseñan a vivir en el mundo laico a los que abandonan esa misma ortodoxia; en Riad, en Arabia Saudí, las casas donde desprograman a los yihadistas no están lejos de las mezquitas donde los radicalizan. Pero estos son casos extremos de algo muy corriente. Porque, en realidad, toda la educación consiste, probablemente, en eso: en aprender una cosa en vez de otra, en elegir qué es lo que hay que olvidar. Y de esa mezcla de olvidos y recuerdos es de lo que estamos hechos todos y cada uno.