«The fake dissolution of las Cortes»

OPINIÓN

21 feb 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Estaba de Dios que, en un tiempo caracterizado por las fake news y la contienda política virtual, a un genio innovador como Pedro Sánchez se le ocurriese la idea de una fake dissolution of las Cortes Generales -la traducción me la hizo Ana Botella-, cuya esencia consiste en que, en vez de disolver el Parlamento de acuerdo con la lógica y la costumbre, anunciando el hecho el mismo día que se produce, se dé cuenta de la disolución veinte días antes de enviar al BOE el Real Decreto que convoca las nuevas elecciones. El resultado de esta fake dissolution es que, mientras el Parlamento ha dejado de ser un órgano útil para legislar y controlar al Ejecutivo -porque está virtualmente descarrilado y solo sirve para montar graves escandaleras-, el Gobierno, que está en plenitud de funciones, va a seguir gobernando por decreto ley -así lo dijo su presidente-, para condicionar seriamente la próxima legislatura, adelantar impunemente, a beneficio del PSOE, la campaña electoral, y vender humo de eficacia.

 Para dar cumplimiento a este designio, y mientras las Cortes se desprestigian en el teatral derrumbe de su reciente inconsistencia, el perfecto depredador político en que se ha convertido Sánchez está invadiendo las televisiones públicas y privadas, y todas las técnicas de comunicación antiguas y modernas, para ir asentando las fake elucubrations en las que resume su histórica resistencia. A saber: el dialogante y eficacísimo Gobierno, sostenido por 84 diputados, al que le hicieron la pinza la regresión casposa y el independentismo despechado. La cómplice conexión con el Rey -que flaco favor le hace a la causa monárquica- en el objetivo de desbloquear, gracias a la moción de censura, la política española. El gran descubrimiento -del que nadie tenía sospechas- de que «sin presupuestos no se puede gobernar». La patraña de que el nacionalismo se alía con el PP para acabar la legislatura porque -partiendo de que «seguridad jurídica» y Constitución son, en palabras de Carmen Calvo, una misma cosa- el Gobierno se negó a hablar de autodeterminación. La tramposa insinuación de que los acuerdos que ya estaban maduros en el Pacto de Toledo fueron dinamitados por una conjunción astral de PP y Podemos por motivos electoralistas. Y la omnipresente matraca de que el regreso de España al paraíso terrenal de Zapatero -del que nos expulsaron los recortes del PP- se va a producir navegando por el río de dinero que está regando -con déficit-el bienestar social.

 Mientras navega por este fake sea, en su fake sailing boat, Pedro Sánchez no necesita meditar sobre sus propias decisiones para explicar por qué hemos llegado hasta aquí. No sabe que, aunque no tocó formalmente la arquitectura de nuestro sistema democrático, forzó y reventó algunos hábitos esenciales que garantizaban su gobernabilidad y lealtad. Y por eso no percibe que, en vez de construir país, o simplemente gobernarlo, solo está construyendo -con algunas posibilidades de éxito- su pequeña historia personal.