Llámenme clásico, dijo Sánchez

OPINIÓN

18 feb 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Me perturban los políticos como Sánchez. Con frialdad, y con absoluta carencia de escrúpulos, convirtió una declaración institucional en un mitin doctrinario y demagógico. Si no lo hubiese visto con mis propios ojos, no lo hubiera creído. Me he tomado la molestia de consultar el resto de convocatorias electorales de la democracia y sus relatos en la hemeroteca. Nunca había sucedido nada igual. Nunca, reitero. Con desfachatez y engreimiento se nos ofreció a los españoles, o a todo aquel que estuviese atento a los noticiarios, una retahíla sin parangón de sus consecuciones o éxitos. Antes había iniciado su particular y vergonzante mitin echando tierra encima del cadáver de Rajoy: lo primero que señaló es la corrupción del PP y en ella fundamentó las loas a su moción de censura. Por fin ha convocado elecciones. Porque para ello llegó a la Moncloa, o eso dijo. ¿No lo recuerdan? Yo tengo aquella imagen fija en mi memoria y aún no se ha ido. Porque en la comparecencia de la convocatoria electoral, tan didáctica, mudó su discurso. Donde antes había dicho que la moción era un instrumento para fijar «de inmediato» elecciones, ahora dijo que era para gobernar y que lo habían hecho de maravilla. Olvidó a sus ministros y las dimisiones de algunos de ellos, su tesis doctoral, las grabaciones a Dolores Delgado (probablemente la imagen más chabacana y vulgar que ha ofrecido un ministerio público a lo largo de la democracia), su silencio ante los veintiún puntos ofrecidos hace dos meses por Torra y que conocimos porque el propio Torra filtró, o la aquiescencia de su gobierno con el mediador que resultó, a la fin y a la postre, el verdadero detonante de esta convocatoria electoral. Lo dicho, una vergüenza.

No quiero, sin embargo, dejar mal sabor con este artículo. Porque en Sánchez siempre hay lugar para el humor (a fin de cuentas todo es un chiste, decía Charles Chaplin). Cuando la egolatría domina, a poco que la observemos seremos capaces de descubrir el sentido de la burla. Y burlesca fue esa afirmación que quedará para los anales, aunque solo a mí me sorprenda. Dijo Sánchez, hablando de la desaprobación de sus cuentas como motivo de la convocatoria: «Llámenme clásico». Y yo se lo llamo. Clásico. Sin lugar a dudas. El clásico político engreído que ha convertido la democracia, y su partido, y su Gobierno, en un canto a sí mismo y a su perdurabilidad en el sillón de Moncloa. No busquen otra justificación en el peor presidente de la democracia, porque no la encontrarán. Los gallegos, mucho menos. Los gallegos despreciados y borrados de sus presupuestos mientras los de sus «socios» catalanes crecían exponencialmente. Esa es la verdad. Como verdad es que cuando anunció elecciones, de inmediato subió la Bolsa. Sánchez no volverá a ser presidente de ningún Gobierno. España, aún no ha perdido completamente el sentido común.