Pedro, la cara electoral

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Chema Moya

16 feb 2019 . Actualizado a las 09:48 h.

Pedro Sánchez es el mejor propagandista de sí mismo. Su discurso para explicar por qué adelanta las elecciones fue un uso descarado de la presidencia del Gobierno en beneficio de un partido, rozó la ilegalidad al convertir su declaración en un mitin al que solo le faltó pedir expresamente el voto, pero también fue una obra maestra de publicidad política. Primero, porque supo crear expectación, condición básica para que todas las televisiones y radios conectaran con la Moncloa, con lo cual la audiencia estaba asegurada. Segundo, porque supo mantener la atención de espectadores y oyentes retrasando todo lo que pudo lo que iba a anunciar, que era la fecha de los comicios. Tercero, por lo que dijo como exaltación, casi hagiografía, de sus ocho meses de gobierno. Y cuarto, porque no cupo en sus palabras ni la menor dosis de autocrítica: que lo critiquen los demás; él no tiene conciencia de haber cometido ni un solo error.

¡Qué maravilla de gobernación la de Pedro Sánchez! Fíjense si habrá sido eficaz, que gana a cualquiera de sus antecesores por número de decretos-leyes: 25 ¡y con solo 84 diputados propios! Fíjense si habrá sido providencial, que liberó a España de un partido que era todo corrupción. Fíjense si será social, que protegió a los débiles, auxilió a los necesitados, ayudó a los desvalidos e hizo la legislación más justa del último decenio. Fíjense si será integrador, que practicó el diálogo más que nadie y apuesta por seguirlo haciendo. Y fíjense si será constitucionalista, que su partido es el único que, si no le he entendido mal, sobrevive de los firmantes de la Constitución.

Naturalmente, esta exposición de cualidades tuvo una continuación lógica: tiene que ganar las elecciones por muchísimos motivos, a cual más patriótico. Él es el llamado a ser el dique que impida la llegada al poder eso que su ministra de Justicia llama «derecha trifálica». Él es el llamado a recuperar los Presupuestos que los extremistas tumbaron para que vuelva a ser posible el avance social. Él es la garantía de la centralidad política, de la moderación, del equilibrio territorial y de todo lo que se ponga por delante.

No creo haber exagerado mucho con esta versión libre de sus cuarenta minutos de gloria. Lo que quiero decir es que Pedro Sánchez tiene un altísimo concepto de su persona y su obra y un bajísimo aprecio a las personas y obras de sus adversarios. Si algo aprendió desde que es presidente, es a lanzar mensajes. Aprendió incluso a poner cara de gobernante bondadoso, como Oriol Junqueras cuando dice «somos buenas personas». Después viene la realidad con sus desmentidos, pero su público debe estar encantado. Lo que dure el encantamiento es harina de otro costal.