Pablo Iglesias y Pedro Sánchez no debieron de asistir a clase el día que explicaron este tema, tan antiguo y actual como la vida misma. El derecho de rebelión, derecho de revolución o derecho de resistencia es un derecho moral básico reconocido a los pueblos frente a gobiernos de origen ilegítimo o que, aun teniendo un origen legítimo, han devenido luego en ilegítimos. Los criterios para su aplicación son: estar ante violaciones ciertas, graves y prolongadas de los derechos fundamentales de los ciudadanos; manipulación torticera de los resortes del poder para perpetuarse en el mismo; haber agotado todos los otros recursos para el cambio. Su contenido autoriza la desobediencia civil y el uso de la fuerza con el fin de derrocar a esos gobernantes y reemplazarlos por gobiernos legítimos; es más, en algunos casos la resistencia se convierte en un deber moral que puede exigir la muerte del tirano.
En la Venezuela de Nicolás Maduro estamos ante una tiranía evidente y prolongada que atenta gravemente contra los derechos fundamentales de las personas y daña el bien común del país. Urge ponerle fin. Juan Guaidó no ha hecho más que poner rostro y palabra a lo que es un clamor popular. España no puede permanecer de brazos cruzados: la irresponsable pasividad de la UE no nos exime de nuestra propia responsabilidad. El derecho de resistencia no solo no amenaza a la democracia, sino que funciona precisamente como su garantía.