La última novela de Kafka

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

02 feb 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

El mejor dinero que he gastado ha sido en libros. De papel, con su olor y sus hojas mecidas por la yema húmeda de unos dedos. El resto de mis inversiones han sido nefastas. He sido de los que pensó que una empresa que llevaba operando casi treinta años con plácet de las autoridades, Fórum Filatélico, era un buen lugar para depositar unos ahorros. También pensé que el que había sido el banco más rentable de Europa, el Popular, no podría nunca ser adquirido por un euro. Podría contar otras de mis aventuras pecuniarias, todas fracasadas. Por eso, ya mayor y teniendo más vida por atrás que por delante, sé que los libros han sido mi mejor adquisición. Muchos los he regalado, porque creo que no hay obsequio superior a un buen libro. Otros se han quedado conmigo. Algún día soñé con ser escritor, y lo fui. Solo lamento que el tiempo perdido en la escritura haya sido robado al acto de leer. Tengo alguna novela aún por escribir, pero imagino que quizá ya no me queda nada por editar: ¿para qué? Ni me agrada el mundo de la falsa literatura, ni el negocio que se ha montado a su alrededor. Nos han convencido de que las minucias que nos meten por los ojos, tan ordinarias, son literatura. Por lo tanto, he desistido de procurar el éxito.

El tiempo es el único juez literario. No hay otro. Aún así tengo una idea que algún día quisiera desarrollar. Gira en torno al maestro Kafka, a quien tanto amo. Cuando se murió dejó orden de que destruyesen todos sus manuscritos. Su amigo y albacea Max Brod se negó a hacerlo y solicitó permiso a la última compañera del maestro, Dora Diamant, para editar sus cuadernos. Ella se lo dio casi todo. Y subrayo ese «casi». Varios cuadernos y cartas quedaron en su poder hasta que la Gestapo los confiscó. Son muchos los que todavía sueñan con que se encuentre alguna de esas alhajas, yo entre ellos. Y ese sería el título de la obra que me queda por escribir y nunca escribiré: La última novela de Kafka.

Kafka ha creado escuela y adjetivo. El suyo, kafkiano, algunos lo utilizan como sinónimo de absurdo. La RAE, también. Sin embargo, siempre he creído que no es correcto. Kafka no escribía del absurdo, sino de la angustia. Su época era agotadora. Pero no más, en lo intelectual, que esta que padecemos. Yo no la soporto. La zozobra y la mediocridad se han apoderado de todo. Los taxistas se sublevan y los ministros del ramo se lavan las manos. Echenique es condenado por defraudador y él, que da lecciones tutti quanti, se agarra al cargo y no dimite. Paula Quinteiro, tampoco. Errejón negoció con Carmena el mismo día que se rompió su tobillo con una bandeja de empanadillas. El CIS, que era una institución seria, es el hazmerreír español. Un seleccionador de baloncesto en la política. Quince ayuntamientos tienen ya más electores viviendo en el extranjero que en el propio municipio. El procès sigue. Xulio Ferreiro es alcalde de A Coruña. Y Sánchez, presidente. Ni Kafka podría imaginarlo.