A pie del volcán

Luis Ferrer i Balsebre
luis ferrer i balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

30 dic 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Es en ese sur de Italia tan bello y espinoso que tan cercano nos resulta después de siglos de reinar allí, la época de mayor esplendor y belleza de su historia. Cervantes curó en Mesina las heridas de Lepanto y la calle principal de Nápoles se llama Quevedo; aún recuerdan napolitanos y sicilianos las correrías del genio por los claroscuros de la vida y sus paseos de espada y meretriz con el de Osuna, colega de travesuras y virrey a la sazón de ambos territorios. 

Esa belleza de la bahía napolitana que debe su nombre a Parténope, la sirena que no pudo seducir a Ulises y murió varada en la orilla sigue allí, inmortalizada en piedra contemplando su fracaso.

La gargantilla de volcanes preciosos que engarza la punta de la bota italiana desde el mar Mediterráneo al Tirreno tiene nombres novelescos con tapa de piel dura: Vesubio, Etna, Estrómboli...

Esas maravillas de la naturaleza tienen los mismos atributos que Quevedo dio al amor: «Un deseado bien, un mal presente... un frío abrasador un fuego helado... una herida que duele y no se siente, un mal que crece si es curado».

Gozar con los prodigios de la naturaleza que nos cautivan es tan peligroso como un@ amante de quién sabemos puede destruirnos pero seguimos rendidos a sus pies; tan bellos como para provocar un síndrome de Stendhal y tan crueles como para arrasar ciudades y causar millares de muertos cada vez que les da por vengar una caricia.

Hace poco el Etna se vino arriba y quiso celebrar la Navidad rugiendo un villancico de zambomba y fuego, pero a los sicilianos les da igual. Entrevistaban a una señora que vivía en un pueblo al pie del volcán que decía que no pensaban mudarse de allí ni de coña, que eso era precisamente lo que les hacía ser como eran y a saber vivir la vida bajo una amenaza permanente.

¿Acaso puede ser de otra forma? A la mayoría se le olvida y nos asombra escuchar a quienes la amenaza de vivir les ha estallado bajo los pies.

Razón no les falta, la vida es más un misterio a desvelar que un problema a resolver, por eso la virtud más difícil frente al peligro de vivir es saber sufrir y en esto, los sicilianos son unos maestros.

Lo blando vence a lo duro, lo débil a lo fuerte. Lo maleable es siempre superior a lo inamovible. Según este principio de Lao Tsé, el control de las cosas se obtiene colaborando con ellas, y la supremacía se logra mediante la adaptación.

Confiemos que el Etna calle y deje vivir tranquilas a sus pies a las amantes y adaptadas gentes sicilianas.