El doble del presidente

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado VUELTA DE HOJA

OPINIÓN

AUDU MARTE

09 dic 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Fue una extraña conferencia de prensa la que dio el presidente de Nigeria esta semana pasada en Polonia. Muhammadu Buhari compareció ante los periodistas para convencerles de que no está muerto. Porque eso es lo que creen muchos en su país: que cuando pasó siete semanas en un hospital del Londres el año pasado, murió y fue sustituido de incógnito por un doble. Del doble se dice incluso el nombre: un tal Jubril, que sería, además, concretamente, originario de Sudán. Esta idea disparatada ha ido ganando fuerza, como no, gracias a Internet, donde circulan vídeos en los que se hace notar que el presidente Buhari ha dejado de ser diestro y ahora es zurdo (Jubril sería zurdo), o que muestran al mandatario muerto en su cama de hospital en Londres. Y el caso es que en febrero habrá elecciones en Nigeria y Buhari se ha encontrado con este problema de credibilidad, no respecto a sus políticas sino a su propia existencia, que es bastante peor. Por eso ha tomado la arriesgada decisión de hablar finalmente del asunto en público. «Hay muchísima gente en Nigeria a la que le encantaría verme muerto», explicó a los periodistas, quizá en un exceso de sinceridad, «pero les aseguro que soy yo, el auténtico». Y los periodistas nigerianos le miraban con una media sonrisa de escepticismo, como si estuviesen pensando: «Ya, Jubril, ¿y qué vas a decir tú?»  

A mí me interesan estas historias de dobles de los líderes políticos, y las sigo con curiosidad desde que, de niño, un amigo de mi padre me contó que Franco tenía un doble, y yo vigilaba al Caudillo atentamente en los veranos, cuando él iba al palco del Teresa Herrera en Coruña, para ver si se delataba. Nunca se pudo demostrar. También se ha dicho de muchos otros mandatarios. De Manuel Noriega, el expresidente panameño, se contaba que tenía cuatro dobles que se reunían todos los días en torno a la misma mesa para cenar. El doble de Hitler, un tal Gustav Weler, sobrevivió a la guerra y se le perdió la pista. Stalin tenía, entre otros, a un actor llamado Alexei Dikiy, que le encarnaba en el cine y al que Stalin, en un acto casi metafísico, había enviado al Gulag. Se rumorea que Churchill tenía un «doble de voz», un actor que hablaba en la radio imitándole cuando él no estaba disponible; y lo mismo se cuenta de Truman, aunque en este caso el doble telefoneaba por su cuenta a los líderes internacionales y manipulaba la política exterior norteamericana. Fidel Castro, Sadam Hussein, Osama bin Laden... También se supone que tenían dobles. Y lo mismo que se dice ahora del presidente nigeriano se aseguró en su día del presidente ruso Boris Yeltsin, quien, al parecer, empezó a comportarse de una manera extraña tras una breve desaparición en 1995, también por una operación. El asunto llegó provocar tal paranoia que el fiscal general ruso se vio obligado a iniciar una investigación.

Es un mundo resbaladizo, este de los dobles, en el que resulta difícil diferenciar la verdad de la leyenda urbana. Así que seré cauto en el caso del presidente Buhari. Respecto a Yeltsin, sí que puedo decir que tuve la oportunidad de verle muy de cerca una vez. Fue en enero del año 2000 en Belén, cuando yo trabajaba allí de oficial de prensa y él asistió como invitado a las celebraciones de la Navidad ortodoxa. En la cena con Arafat, Yeltsin lloró, le patinaba la lengua al hablar y se tambaleaba ligeramente. Le pregunté a Marina, una periodista rusa que estaba a mi lado, si creía que podía ser el impostor. Y ella respondió en susurros, pero con convicción: «No, es el vodka que le han dado en el Hilton. Lo que me parecería sospechoso sería verle sobrio».